CrÍtica de:
'El ojo espejo', de David G. Torres: ¿comisarios o artista frustrados?
ENSAYO
En este viaje lo importante no será el destino (la conclusión) sino los acompañantes: Picasso, Beuys, Ana Mendieta... Y hasta el mismísimo Chat GPT, el comisario del futuro
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Recuerda David G. Torres al crítico Robert Nickas (les une, además de su actividad profesional, su pasión por el punk) cuando escribe «toda muestra colectiva comisariada con sentimiento es un retrato del curador, no de los artistas. Los artistas son simplemente los ... accidentes, las ocasiones». Normal que se pillara un rebote Robert Morris y le dijera que nanai a Harald Szeemann a participar en su Documenta 5.
Viene a colación este gurú del comisariado porque es uno de los primeros a los que menciona David G. Torres en el que es su ensayo más reciente: un texto de más de 400 páginas en las que intentar fijar las premisas que singularizan la labor del comisario de exposiciones (‘curador’, no sabemos de qué heridas, en Latinoamérica), estableciendo un paralelismo entre este tipo de agentes del arte y los artistas, utilizando como asidero la creencia de Joseph Beuys de que todos nosotros somos de una forma u otra creadores, lo que irremediablemente incluye a los organizadores de exposiciones (aka. ‘curators’).
ENSAYO
'El ojo espejo'

- Autor David G. Torres
- Editorial Anagrama
- Año 2025
- Páginas 404
- Precio 22,90 euros
Y lo hace, curiosamente, mencionando, muy al principio del volumen a Szeemann (bueno, también se referirá a Hans Ulrich Obrist o Jens Hoffmann, no se lo voy a negar), pero nos interesa el suizo porque si algo le caracterizó fue lo de ser un comisario sin textos, al contrario que la perorata que nos pega ahora cualquier ‘millennial’ del gremio.
Inicia el discurso con Baudelaire (el supuesto primer gran crítico de arte), para acabar en Wojnarowicz y de ahí a Debord, a Foucault...
Con G. Torres no les va a pasar lo mismo: su discurso, erudito pero ameno, se sirve del método ‘derivativo’ (algo que, en su opinión, caracteriza al sujeto contemporáneo), de forma que, y para que vean como funciona su cabeza, nos lleva a iniciar el discurso con Baudelaire (el supuesto primer gran crítico de arte), para acabar en Wojnarowicz (porque prefirió a Rimbaud) y de ahí a Debord, a Foucault y a todos los que necesitaran ‘colocarse’ (valga con droga o con alcohol) para producir.
Así que lo importante en este viaje (viaje de otro tipo, literario y novelado), lo importante no será el destino (la conclusión) sino los acompañantes: Picasso, el mencionado Beuys, Ana Mendieta... Y hasta el mismísimo Chat GPT, el comisario del futuro.
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