arco 2023
Nicolás Combarro: «Existe una tendencia hacia la monumentalización y la ostentación del poder político»
La especialidad del fotógrafo es representar contextos sociopolíticos mediante la captura de estructuras arquitectónicas
Combarro entiende la arquitectura como un «testigo perfecto de la Historia»
Europa, Oriente Medio, Centroamérica... El interés por la Historia y los conflictos llevan a Nicolás Combarro (A Coruña, 1979) de un lugar a otro del planeta, buscando y fotografiando procesos de opresión y resistencia civil que su mirada identifica en la arquitectura. Ese es ... el núcleo del trabajo del artista coruñés, quien afirma que su acercamiento a la realidad a través de la fotografía le permite «trabajar sobre el individuo y sobre lo que éste crea, observando mediante los marcos arquitectónicos el contexto geopolítico e histórico» de diferentes países alrededor del mundo. «La arquitectura es un testigo perfecto de la Historia», comenta.
Así, su búsqueda le permite interrelacionar construcciones en distintos puntos del globo. Es el caso de su investigación sobre ideologías totalitarias en el siglo XX, donde vincula las formas en el eje nazismo-fascismo-franquismo. «A partir de 1937, los campos de concentración son un calco del modelo alemán. Da igual que estés en un país o en otro, las estructuras se repiten. Viene a ser la idea que intentaba transmitir Foucault», afirma Combarro.
Método científico
Con una clara influencia de su primera formación como biólogo, entiende la disciplina como algo fundamental en el método de producción artística. «Aplico el método científico en mi trabajo. En el camino por conocer los contextos sociopolíticos de los espacios que fotografío, el trabajo de campo y la investigación documental son básicos. Por eso es muy importante para mí desplazarme para poder ponerme en contacto con fuentes locales», dice. Reconoce que se inició en el arte por afición, hasta que, finalmente, éste se apodero de su presente.
En relación con esta necesidad de pisar el terreno para conocer el detalle, el más reciente de sus trabajos le ha llevado a Cuba, donde, aprovechando el viaje para una exposición en colaboración con los estudios de Nave Oporto y Figueroa-Vives, ha podido investigar sobre el posible origen de la «arquitectura de represión en la España franquista», representada en los campos de reconcentración del general Valeriano Weyler. Sin embargo, tampoco esconde la impronta que el comunismo ha dejado en la estética de la isla caribeña: «El comunismo también se expresa. Puede verse en las construcciones posrevolucionarias».
Su experiencia le permite afirmar que actualmente existe un exceso de regulación que uniformiza las estructuras edificativas. «Yo busco arquitectura espontánea en cuanto a los materiales, la estética… Sin embargo, cada vez es más complicado encontrarla», defiende. De acuerdo con sus planteamientos, esta tendencia es representativa de una «falta de libertad a la hora de escoger dónde y cómo vivir».
Según él, hoy también existe cierta «tendencia a la monumentalización» y a la «ostentación del poder político y económico», fácilmente identificable en las construcciones monolíticas de países como Arabia Saudí. En este sentido, a la hora de hablar de Oriente Medio, reconoce que Palestina es el país de la zona que más le interesa profesionalmente en la actualidad, por las derivadas de su conflicto latente con Israel. «Cuando se tira abajo la casa de un palestino, éstos intentan reconstruirla inmediatamente para preservar el terreno. Es un claro ejemplo de la arquitectura como herramienta tanto de represión como de resistencia frente al poder», comenta.
Uso de la tecnología
En línea con esa primera idea sobre la rigidez que afecta a la arquitectura moderna, entiende que, desde 2008, la producción ha ido haciéndose más conservadora, con una mayor dificultad por encontrar prácticas artísticas radicales que se salgan de la norma. Por el contrario, bajo su punto de vista, el paso de los años también habría traído nuevas oportunidades para innovar de la mano de las nuevas tecnologías.
En ese sentido, Combarro no identifica la inteligencia artificial o el Big Data como enemigos del artista: «Todas las herramientas son interesantes y el artista puede adaptarlas a su lenguaje. El arte debe usar lo que tenga a su alrededor». Él mismo está empleando la tecnología 3D en sus últimos trabajos. «Como muchos de los rastros arquitectónicos se borran con el paso del tiempo, mediante los planos que encuentro en los registros puedo reconstruirlos y hacerme una idea de su representación. En ese ámbito la tecnología es muy útil», dice.
En cuanto a próximos viajes y nuevas labores de investigación, reconoce que, pese a que la guerra de Ucrania puede ser interesante desde la perspectiva de los procesos de represión y resistencia, por ahora, ir al país no entra entre sus planes. «El arte es un poco torpe en zonas de conflicto. Además, creo que éste todavía necesita algo de distancia. Siempre intento ser muy cauto en todo lo que represento para poder conocerlo en profundidad», afirma.
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