LO MODERNO
Un Gin Fizz en el Palace
José Luis Garci me llama «Jose» desde que nos conocimos hace un par de años en una entrevista
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Iniciar sesiónPaseaba por Copenhague hace dos semanas tratando de compaginar mi amor patológico por el calor del sur con el viento báltico, el gris del cielo y el arrepentimiento, a las cinco y media de la tarde que es cuando allí se acaba el día, de ... estar en esa ciudad en vez de haber invertido mis vacaciones en cualquier rincón del Mediterráneo, cuando sonó mi teléfono: «Hola, Jose, soy Garci. ¿Dónde estás?»
José Luis Garci me llama «Jose» desde que nos conocimos hace un par de años en una entrevista, y es como si cada vez que me nombrara, yo fuese Deborah Kerr en Marbella, Kim Novak en 'Un extraño en mi vida' o Dorothy Parker sentada en la mesa redonda del Algonquin. Así que él me llama Jose y yo, que siempre le había llamado Garci, ahora también le llamo Jose porque para la fetichista que hay en mí, ese espejo nominal me instala en un latir de cine irremediable, que viene a ser como un sthendalazo pero más contundente: una especie de «crack» sentimental. «¡No me digas que estás en Dinamarca! ¿Ha cambiado algo por ahí o sigue habiendo la misma luz cautiva de Dreyer?».
Me convertí sin remedio en ciudadana de ese país que Garci es capaz de construir
Yo sonreía como una idiota en la distancia mientras Copenhague se transformaba en un plató. Y Garci, que es de los pocos seres humanos que todavía habla por el teléfono fijo con la concisión de un bróker arruinado llamando a su abogado a cobro revertido desde una comisaría de Nueva York, concluyó: «Nos vemos el próximo lunes a las 7 horas en el Palace, que es donde hacen el mejor Gin Fizz de Madrid».
Luego colgó, el tiempo voló y como en un montaje de Hitchcock, en apenas dos escenas me vi junto al director recordando aquella frase de Holly-Audry en 'Desayuno con Diamantes': «Se pertenece a ese lugar donde te sientes a gusto. Ese sitio es tu verdadero país». Toda mi vida había creído ser como el gato sin nombre mojado de lluvia, pero de repente comprendí a la mujer. Aquella larga tarde madrileña hablando de cine, luces, hoteles y libros, me convertí sin remedio en ciudadana de ese país que José Luis Garci es capaz de construir con un Gin Fizz, bajo la cúpula vidriada de la Rotonda del Palace.
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