José Luis Garci: «El cine está empezando, pero terminará en los museos»

Convencido del mantra de ‘Volver a empezar’, para el director, primero en ganar un Oscar por una película en español, los años no pesan mientras se mantenga el entusiasmo. Un entusiasmo que desborda al hacer lo que más le gusta hacer: hablar de cine. Igual que Billy Wilder. O escribir como habla, con pasión, de corrido, sin puntos y aparte, que es lo que hace en los cincuenta ‘Telegramas cinéfilos’ que escribió, durante un año, en las páginas de ABC Cultural, y que ahora recopila en un volumen editado por Reino de Cordelia. «El ochenta por ciento de todo lo que he publicado lo he escrito en ABC, por eso tenía sentido», reconoció el realizador, un enamorado de la profesión a la que ha rendido culto desde que, un día, el encargado de las duchas de la Universitaria donde entrenaba para la prueba de atletismo de 1.500 le dijo: ‘Dedícate al cine’». Y eso hizo. «El cine ha sido el arte número uno del siglo XX, el que ha dado más obras», aseguró durante el acto, en el que participaron el director de ABC, Julián Quirós, el editor Jesús Egido y el director de ABC Cultural, Jesús García Calero . También el consejero delegado de Vocento, Luis Enríquez, que despidió a Garci con un canto a la amistad, asegurando que siempre irá de la mano de su amigo, para no dejar de «aprender de él mientras pueda».

Los ‘Telegramas Cinéfilos’ son cincuenta pero podían haber sido infinitos, como el saber de Garci. Lo demuestra en un libro que es un prodigioso viaje a través de filmografías, anécdotas y vivencias personales en el que el cineasta, de esos iluminados que poseen el gusto y el talento visual pero también el don de la palabra, hilvana la historia del séptimo arte con la de su propia vida y en el que la magia brota cuando se abre la cubierta ilustrada por Miguel Navia, como cuando en las buenas salas de antes se descorrían las cortinas.

Con la picardía de quien roba un beso en El Retiro, con la curiosidad de quien mira cuando se levanta la falda de una rubia platino, el cineasta que lo ha ganado todo, desde el Goya al Mariano de Cavia, rinde también homenaje a los méritos de otros. «Me parece inconcebible que no le den un Oscar al ‘cameraman’; es el primer espectador de la película», reivindicó. Sus telegramas pueden tener noventa o doscientas palabras, pero como el director son inmunes al tiempo. También le permiten hablar de todo un poco, reconocer que es «más de muslos que de pechugas» y confesar los pecados de una religión de la que se considera devoto, como preferir ‘Río Bravo’ antes que ‘Centauros del desierto’.

Garci habla de un Hollywood que no existe como si hubiera estado allí, capaz de ver con los ojos de quienes le enseñaron todo a través de una pantalla, que él, como «buen feligrés», llama ‘sábana santa’. Pero en cierto modo uno pertenece a los tiempos en los que lo ha aprendido todo, y él descubrió la magia de las películas, como las mejores cosas, por casualidad, cuando su madre se olvidó un bolso en el cine Palacio de la Música. «Lo que coges de niño se te va a quedar toda la vida. Las alineaciones, las primeras palabras de ‘El Quijote’. Las impresiones son muy fuertes. Cuando ves dos mil localidades vacías, subes al entresuelo y está todo a oscuras, iluminan ese cine, el patio de butacas, esas cortinas maravillosas que no eran las cosidas del cine de barrio... eso no lo olvidas nunca», admitió en un acto rodeado de «amigos». Fue entonces cuando decidió creer lo que salía de la pantalla. Fue ahí cuando volvió a decir, como después de su primer beso, que prefería «el cine a la vida».

Con un pie en cada siglo como John Ford, y a pesar de escribir telegramas, comprar el periódico en el quisco con monedas y escribir a ojo porque no sabe «qué son los caracteres», José Luis Garci sigue siendo tan «moderno» como dice que en el libro que es el ‘noir’, lo cual, anticipa en el capítulo que le dedica en el libro, «tiene su mérito en estos inicios de la era digital». Por eso rueda en blanco y negro pero ve la vida como ‘El mago de Oz’, en ese ‘technicolor’ que, le dijo a su padre de pequeño, era más bonito que el arcoíris. Por eso escribe sin puntos y aparte pero no olvida aquello que le hizo encontrar en el cine una vida de repuesto. Y aunque para el director de ‘El abuelo’ «es un placer ir viendo ‘Ciudadano Kane’ en el metro, ver cine en casa, porque es una victoria tremenda de la imagen», las plataformas siempre serán en las que él pensaba que se subía Bogart para besar a Ingrid Bergman en ‘Casablanca’. Y en lugar de muerte, como tantos auguran, Garci ve vida: «El cine está todavía empezando, pero acabará en los museos» .