CRÍTICA DE LIBROS

'El limbo de los cines', de Luis Mateo Díez: una versión cervantina de los héroes sacados del celuloide

NARRATIVA

Con su elegante prosa, el flamante Premio Cervantes rinde homenaje al Séptimo Arte y a los palacios de los sueños donde disfrutamos de él. Crítica de José María Pozuelo Yvancos

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Luis Mateo Díez (1942) es el creador del espacio mítico de Celama Tania Sieira

Aunque la película más famosa de aquellas en que se hace homenaje a los cines ha pasado por ser 'Cinema Paradiso' (1968) de Giuseppe Tornatore, con ambientación de lo que el cine suponía en un pueblo italiano de posguerra en la mejor ... tradición del neorrealismo, a este critico la que más le gusta en esa dimensión de homenaje al cine es 'La rosa púrpura de El Cairo' (1985) de Woody Allen, en la que una malcasada acude una y otra vez al cine a ver una película de galanes y lujos en el desierto cercano al Cairo, hasta que el galán del celuloide , extrañado de esa repetida fidelidad sale de la pantalla y le hace vivir la hermosa historia de amor que la vida le ha negado.

Es una versión cervantina de héroes sacados de las ficciones, que viven desde ellas. Y esa idea cervantina de los ideales que las ficciones crean hasta hacer vivir otra vida más noble es la almendra de este último libro de nuestro gran narrador cervantista, Luis Mateo Díez, que esta semana ha obtenido precisamente el Premio que lleva tal nombre.

NARRATIVA

'El limbo de los cines'

  • Autor Luis Mateo Díez
  • Editorial Nórdica
  • Año 2023
  • Páginas 117
  • Precio 20,85 euros

Siendo el dispositivo el mismo, decir la vida alternativa que los espectadores viven cada velada en la sala oscura de los cines, impone Luis Mateo Díez variaciones estilísticas y tonales. La primera es el humor, un humor de astracanada, ligeramente expresionista, donde las situaciones son llevadas siempre al límite por tipos estrafalarios, casi todos perdedores, que habitan cualquiera de las doce salas cinematográficas de las distintas ciudades de Sombra, todos los cines con nombres rimbombantes, Crisol, Claridades, Boreno, Zodial, Cobalto, Condado, Caledonia etc. Esos nombres comparten con las ciudades de Sombra en que los cines están, la circunstancia de habitar un espacio imaginario, el de las capitales del reino de Celama, de las que se convocan algunas que el lector conoce por novelas situadas en tal espacio: Borenes, Doza, Bericia, surcadas algunas por el río Nega, esta vez sin cadáveres flotando.

Le gusta el humor disparatado, ese que coloca a los héroes en situaciones donde lo sublime es la otra cara de lo ridículo

De tal forma que de neorrealismo cinematográfico a lo Tornatore nada, más bien ese evanescente lugar de los sueños, quimeras, fantasías e imaginaciones que cada lugareño de las ciudades vive en las salas a las que acude, y donde se encuentra con situaciones exageradas e inverosímiles que comunican fielmente con los platillos volantes o con el submarino atacado por un gran cefalópodo, como si del Nautilus saliéramos.

Festín de lenguaje

Luis Mateo Díez ha puesto cuidado en revisitar todos los géneros de tal vivencia: películas del Oeste, las hazañas bélicas de la Segunda Guerra Mundial, yates transatlánticos donde la espectadora sueña con compartir en terraza mirando al mar un coctel afrodisíaco cuya copa trae el galán ( a menudo más guapo que el novio verdadero o no tenido). El cine es el gran dispositivo de los sueños (fábrica de sueños se le ha denominado), un arte grandioso por el que la mayoría de los humanos, que comúnmente no leen, vive la vida de las ficciones.

No hay lejanía entre lo que ocurre en los libros y en las películas, uno puede ser igual don Quijote que Superman, transitar sin salir de Borenes u Ordial, las soñadas y entrevistas calles de Nueva York o los bulevares de París. Para eso es fundamental que el cine se vea en pantalla grande (se hace mención al Technicolor y al Cinemascope), que la sala permanezca oscura, que todo pueda ocurrir en ella.

Este último apunte me sirve para otra vertiente humorística del libro: ¡qué tipos humanos!, a menudo pícaros que resuelven necesidades varias en los recovecos de la oscuridades, cuando no en los aledaños. A Luis Mateo Díez le gusta el humor disparatado, ese que coloca a los héroes en situaciones donde lo sublime es la otra cara de lo ridículo. La expresividad obtenida bascula entre el expresionismo y el esperpento. En todo caso es servido como un festín de lenguaje, ocupado su autor en que la irrealidad nutra muchas de las situaciones. Como ocurre en casi toda la obra de Luis Mateo Díez la plasticidad de las escenas tiene mucho de teatro, como si Maese Pedro activase los hilos de unos personajes que viven sus hazañas desde el dramatismo agónico que suscita la emoción y risa de los espectadores.

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