A LA SAZÓN
Más dura será la caída
Al abrir 'Esplendores y miserias de las cortesanas' –prodigiosa novela de Balzac que acaba de recuperar Alianza– uno se pregunta quién lo ha encumbrado tan deprisa
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Es uno de los arranques más fieros que ha parido la literatura universal y se da en un baile de máscaras, que es la gran metáfora de la vida. Lucien de Rubempré, altivo como un gallo de pelea, retorna triunfal a la alta sociedad parisina ... que lo había expulsado a puntapiés. ¿Cómo lo ha conseguido? Atrás quedan ‘Las ilusiones perdidas’: un poemario fracasado, la humillación perpetua, su amada Coralie muerta en la indigencia… Por eso, al abrir ‘Esplendores y miserias de las cortesanas’ —prodigiosa novela de Balzac que acaba de recuperar Alianza— uno se pregunta quién lo ha encumbrado tan deprisa.
El culpable es Carlos Herrera. No el locutor de la Cope, naturalmente, sino un turbio sacerdote español obstinado en hacer de Lucien un príncipe de baraja. Herrera es, en realidad, el taimado Vautrin, aquel Trompe-la-Mort de ‘El tío Goriot’, retornado bajo otro disfraz. También regresa, reforzando la cohesión de la 'Comedia Humana', el cínico Rastignac, ahora bien casado con la hija de Goriot, y los sabuesos Peyrade y Corentin continúan la reyerta iniciada en 'Un asunto tenebroso’. 'Vivir’ es ver volver…
Es uno de los arranques más fieros de la literatura y se da en un baile de máscaras, que es la gran metáfora de la vida
A ese inicio admirable siguen más de seiscientas páginas soberbias que José Ramón Monreal, capaz de volcar al castellano la cómica dicción del barón Nucingen, traduce manteniendo la frescura del estilo balzaquiano. Y así hasta rematar con un colofón de los que tumban de espaldas y que el mismísimo Oscar Wilde definió como el gran drama de su vida, aún a despecho de que la caída de Lucien se intuía desde que Vautrin lo pintase como Himeneo, dios ambiguo y fatal, al término de ‘Las ilusiones perdidas’.
Las páginas más hondas de ‘Las cortesanas’ suceden en la prisión de la Conciergerie, donde Herrera manda con solo alzar la voz y desde cuya celda Lucien, con la mirada perdida en los muros góticos, experimenta un último instante de belleza. Todo clásico es actual y este sirve de aviso a escaladores de organigrama, alpinistas de partido y sherpas del enchufe: quien se encarama con mucha prisa corre el riesgo de despeñarse!
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