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Internet y la ética de la desconexión

ensayo

¿Qué quiere decir que el único futuro posible sea digital? ¿una alteración de las capacidades humanas?

Otras críticas del autor

05/07/2023 a las 10:34h.

Cuando los primeros efectos de la pandemia del Covid-19 afectaron los planes de negocio de las grandes corporaciones de la economía digital, se produjo la gran mutación. La extensión del virus, señala el autor de esta monografía imprescindible, ya había afectado las entrañas del ... capitalismo global. Se produjo una gestión de crisis. La creciente transformación tecnológica, basada en la digitalización de empresas, procedimientos y hasta relaciones familiares e íntimas, apareció como la «solución» milagrosa para que el confinamiento no lo detuviera todo. De opcional pasó a disruptiva. La digitalización, entendida como reconversión de lo analógico, devino en digitalidad. La migración humana a la red (el término lo dice todo) fue repentina e incontestable.

En este contexto, ¿qué quiere decir que el único futuro posible sea digital? Lejos de las perspectivas simplistas, mantiene que la digitalización conduce a una alteración de las capacidades humanas. Estas no pueden modificarse sin cambiar también la condición humana. La forma manipulada de la mediación tecnológica, con uso de un dispositivo digital diseñado y programado para maximizar el mercado de los datos y los estados de ánimo consumistas, altera la conexión de cada persona con su imagen y conciencia.

Autor Juan Luis Suárez
Editorial Trotta
Año 2023
Páginas 260
Precio 22 euros

En la línea de pensamiento propuesta por Hannah Arendt, mantiene que la digitalización masiva conduce tanto a la alteración de la personalidad, como a la aberrante fabricación de «tipos sobre-humanos», operados con injertos y prótesis «de realidad aumentada». El ejercicio que propone en el comienzo ‘La condición digital’, informado por una imaginación ética, investiga «lo que ya hay y lo que sabemos», mientras esclarece cómo funciona la digitalización. El espionaje de la intimidad de nuestras vidas por parte de plataformas digitales cuyo valor agregado consiste en deglutir con ferocidad lo que somos, hacemos, pensamos, compramos, ingerimos o rechazamos, resulta estremecedor.

El segundo capítulo, ‘Refutación de las plataformas’, es muy claro en lo que se refiere a la acción creativa, a la pura ingeniería social que realizan, contra la imagen supuestamente pasiva que presentan ante reguladores y usuarios. El tercero analiza la identificación tan preocupante entre lo digital y la realidad, como si todo lo que no se pudiera formular en torrentes de dígitos binarios no existiera. El cuarto se ocupa de la eliminación de la fricción entre seres humanos y pantallas, la desaparición de las actividades de resistencia.

Defiende una práctica del humanismo basada en la afirmación del valor único de cada uno

A continuación, la segunda parte del libro, que tiene seis epígrafes, se ocupa de tipos ideales de humanidad, productos de la maquinaria digital en marcha, con los cuales nos identificamos, de modo total o parcial. Robots, algoritmos, inteligencia «artificial», abren el escenario a una «ética de los límites digitales», que tiene que poner barreras entre lo humano y lo digital. Hay que educarse, organizar, apagar y desinstalar, pues «seguimos anclados en una vida que es biológica y que depende del contacto físico y social con nuestros semejantes para alcanzar cierta felicidad».

En un precioso epílogo, defiende una práctica del humanismo basada en la afirmación del valor único de cada uno, desde el diagnóstico de una peligrosa realidad cotidiana marcada por un hecho vital. La tecnología así aplicada desconecta de su «yo» a los usuarios. El problema, tan antiguo, en realidad es otro: ni siquiera sabemos quiénes somos.