La Inglaterra medieval, vidas cortas pero felices

No es lo mismo un novelista histórico, que debería ser, ante todo, un evocador de escenarios y ficciones en el pasado, que un historiador hábil y poseedor de técnicas novelísticas, incluso procedentes de crónica y reportaje, si fuera el caso.

ENSAYO

'Guía para viajar en el tiempo a la Inglaterra medieval'

• Autor Ian Mortimer
• Año 2023
• Páginas 472
• Precio 25 euros

Ian Mortimer, veterano historiador inglés e impulsor de un género propio, que podríamos denominar 'guías retrospectivas', constituye un excelente ejemplo de esta hibridación narrativa que, sin dejar de responder a reglas historiográficas, utiliza recursos de literatura de viajes, novela policíaca y franca descripción turística para acompañar, más bien arrastrar al lector, hasta la Inglaterra de la Restauración, Isabelina o de la Regencia. En este caso, la exploración fascinante de los tiempos medievales conduce al lector interesado a una sensación ambigua, podríamos decir, a un tiempo de alivio y conmiseración.

Es una suerte no haber vivido allí, aunque lo pasaban mucho mejor de lo que los autosuficientes moralistas victorianos, con sus ínfulas de superioridad, supusieron. Según una interpretación del llamado 'elemento popular' que, en la historia británica, cuenta con una larga tradición y se nutre desde el costumbrismo dieciochesco a los alegatos antielitistas del formidable Gilbert K. Chesterton, defensor del 'hombre corriente', Mortimer suscribe que «el pasado es un país extranjero». Mas no tanto que no lo podamos reconocer. El libro está organizado en doce cuadros, que podríamos imaginar a un tiempo como capítulos de una serie televisiva, o retos de supervivencia cotidiana: 'El paisaje'; 'La gente'; 'Qué ponerse'; 'Comer y beber' o 'Cómo divertirse' son algunos de ellos. Londres tiene unos diez mil habitantes, un villorrio al lado de formidables urbes de la península ibérica, como Córdoba, Valencia, Burgos y Sevilla.

El olor es espantoso y la idea de higiene pública inexistente: «Los ladrones penden de la horca en los cruces de caminos y las cabezas de los traidores están clavadas en las puertas principales de las ciudades». Quizás uno de los aspectos que muestra mejor el asombroso avance de la especie humana sea el cambio en la expectativa de vida. Sólo la mitad de los jóvenes llegaba a vivir más de 21 años; había cinco millones de habitantes en 1300, reducidos a la mitad en 1400. Todo el mundo iba armado y el humor aceptado suponía por definición reírse de las desgracias ajenas. Religión y superstición estaban integradas sin dificultad.

En la catedral de Wimborne conservaban como reliquias un zapato de San Guillermo y un diente de San Felipe. Si efectuamos una comparación con lo que ocurría en el resto de la Europa occidental y en particular en el Mediterráneo, el reino de Inglaterra sobresalía por su barbarie. También por la incontestable exhibición de sus rarezas, atribuida, por supuesto, al carácter insular.