ARTE
Espacio Mínimo: una celebración en tres tiempos
aniversario
La galería Espacio Mínimo cumple 30 años y los celebra con tres exposiciones que repasan, consecutivamente, en su sede madrileña los logros en cada una de sus décadas de vida
MADRID
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Iniciar sesiónEspacio Mínimo abrió sus puertas en 1992, momento álgido de atención internacional a la pujante cultura española y, también, pórtico de una brutal recesión económica. Nacida entre la euforia y la crisis, la galería fue capaz de surcar aquel complejo oleaje y alcanzar, hoy, ... un total de 197 exposiciones. Una cifra inimaginable si nos situamos en sus orígenes, una ciudad como Murcia, sin apenas contexto cultural para el arte contemporáneo, y de un espacio galerístico ubicado en un pequeño cuarto de portería.
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Pese a aquellos precarios mimbres, sus propietarios y directores, Luis Valverde Espejo y José Martínez Calvo, lograron forjar una trayectoria que ahora cumple treinta años, y que celebran con tres capítulos expositivos, uno por cada década de trabajo, donde rememoran momentos clave en su recorrido. La primera cita, '1992-2002: Los comienzos', narra sin alaracas y con honestidad el origen y primer desarrollo de Espacio Mínimo, articulado en torno al punto de inflexión que supuso su traslado a Madrid en 2000: un nuevo escenario de visibilidad que marcará el despegue del proyecto, capaz de articular con solvencia tanto el valor cultural como el potencial comercial de sus propuestas.
Los primeros invitados a exponer en la sede murciana procedían de la escena local: abrió el espacio Lidó Rico (Yecla, 1968) y la densidad escultórica de su reflexión sobre lo corporal. Poco después, un futuro Premio Nacional de Artes Plásticas, Isidoro Valcárcel Medina (1937), desarrolló el proyecto más grande que iba caber nunca en la galería, consistente en registrar, a través del sonido, el tiempo exacto que duró su exposición.
Los eternos emergentes
Aquellos primeros tanteos, dispares en forma y contenido, anticipaban una manera de trabajar alejada del carácter programático de las galerías de perfil fijo, lo que no evitará una mirada peculiar, a la que pronto se asignará la etiqueta de innovadora y emergente. Una perspectiva más amplia permite señalar, al menos, dos vías de exploración recurrentes a lo largo de sus 30 años: las cuestiones de género y la dimensión política. Pero incluso estos parámetros son desbordados por algunos de sus artistas más leales, como la argentina Liliana Porter (1941), con quien el tándem abrirá su mirada hacia otras latitudes, lo que irá parejo a la consolidación de Espacio Mínimo como un nombre destacado en el circuito internacional de ferias de arte.
El recorrido de '1992-2002: Los comienzos' se abre con artistas españoles con los que la galería empezó a trabajar en los primeros años, y a los que continúa representando actualmente. Es el caso de Nono Bandera (Málaga, 1958), presente con un magnífico lienzo de una figuración irónica y sofisticada. También, Bene Bergado (Salamanca, 1968), con dos esculturas lacadas, realizadas con casi una década de diferencia, y que dan cuenta de su impecable coherencia evolutiva. Espacio Mínimo fue una de las primeras galerías nacionales en acoger una línea de exploración sobre el cuestionamiento de las identidades hegemónicas, justo en el momento en el que el impacto de la denominada 'teoría queer' empezaba a dejarse sentir en el ámbito académico español.
A esta pionera exploración responde el excepcional políptico fotográfico de Miguel Ángel Gaüeca (Bilbao, 1967), donde la identidad disidente y la mascarada publicitaria se engranan en un trabajo de enorme eficacia formal y conceptual. A esta vía de exploración antinormativa responde también la obra de Manu Arregui (Santander, 1970), presente con 'Bonjour, Baudrillard', vídeo que muestra la desorientación existencial de un personaje infográfico que funciona como 'alter ego' del propio artista.
La exposición acoge otros nombres que pasaron temporal o puntualmente por la galería, con piezas de diverso interés. A medio camino entre lo 'queer' y lo neobarroco, rozando lo cursi y lo relamido, están las fotos del holandés Erwin Olaf (1959) y del estadounidense James Bidgood (1933-2022). Más interesante es el heterogéneo inventario que nos aguarda en la planta baja, como un exquisito dibujo a tinta de Marcel Dzama (1974) o un pequeño y expresivo óleo de la murciana Sofía Morales (1917-2005). También se recuperan dos de las principales revelaciones de la escena pictórica española de los noventa: el leonés Daniel Verbis (1968) y el lucense Antonio Murado (1964).
'Espacio Mínimo. 1992-2002: Los comienzos'
Colectiva. Galería Espacio Mínimo. Madrid. C/ Doctor Fourquet, 17. Hasta el 12 de noviembre
Cierra el recorrido una pieza creada especialmente para la ocasión por Martí Cormand (Barcelona, 1970): una maqueta que reproduce fielmente a escala, reduciéndolo aún más, el espacio de la primera sede de la galería en 1992. Aquellos escasos catorce metros que fueron el germen de una historia que terminará de ser revisada en las dos próximas citas expositivas.
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