Álvaro Pompo, preparativos para un momento de claridad

Brillante en la creación de imágenes, osado en la construcción de un lenguaje muy personal, en la construcción de estructuras sintácticas que son estructuras prosódicas, hay en él un impulso hacia la exploración existencial y un impulso hacia la necesidad de elevación. Es el poeta meditativo que se alimentó de ‘La náusea’ de Sartre, que aprendió de las ironías de Eliot y que quiso ascender a las alturas espirituales como Rilke.

Sus libros son mayores porque están atravesados por un hondo pensamiento de búsqueda interior: ese que levanta acta de la nada y desea, sin embargo, ver lo infinito en lo cotidiano, la infinitud de nuestros gestos en una jarra de agua. No es un trágico en sentido estricto porque es demasiado irónico y distante, pero es emocionante verlo colisionar con sus propios límites, con la falta de sustancia y desear ese animal de fondo de la buscada y añorada plenitud. Pombo no es tanto un ser dividido, como los trágicos, como un ser multiplicado.

En su poesía el lector es arrastrado a una continua perplejidad: el de la propia ‘mise en scène’ de sus libros y el de la creación de un habla excepcional. Podríamos decir que tanto una como otra apelan no a una experiencia exterior al poema sino a una experiencia que el poema crea o dramatiza teatralmente, o, para ser más exactos, a las instrucciones para hacer posible esa experiencia o esa dramatización. El carácter protocolario y de apóstrofe indican hasta qué punto cada uno de sus textos es más un magma que una realidad ordenada y acabada, un magma donde conviven lo elevado con la expresión coloquial, el concepto barroco con la pincelada pop.

Ese carácter magmático ocurre también con esos ‘ plurales sujetos’ a los que Pombo da voz o voces, a ese yo que se multiplica para ver, recordar, perderse en los fantasmas de la memoria, de la infancia, del amor y del tiempo, para enfrentarse al olvido y a la muerte y aspirar a una transcendencia. Pombo crea una serie de personajes poemáticos que nos enseñan las heridas de sus abismos y el esfuerzo por crear una especie de oración que pueda alabar y celebrar el mundo.

En esta 'Poesía completa' (Vitruvio) está este viaje hacia la rehabilitación que es su poesía, un viaje que se inicia en ‘Protocolos’ (1973) y termina en esa canción de amor que es ‘Los enunciados protocolarios’ (2009). Y aquí están los poemas que no formaron parte de ninguna de sus entregas.

Las palabras introductorias de Mario Crespo López, tal vez el mayor especialista en la obra pombiana, sitúan magistralmente esta aventura poética tan original como sólida, esta aventura de la conciencia que bucea en la experiencia de la vida en sus tres vertientes: la falta de sustancia, la vinculación o religación, y la consumación.

Una gran aventura literaria, de las más importantes de nuestro tiempo, y donde la poesía y la prosa han creado una obra única, un corpus que aspira a desentrañar la fragilidad humana y prepararla para un momento de claridad, para ese instante en que acaso todo el esfuerzo de pensar y de ser cobren sentido.