José Luis Garci - TELEGRAMAS CINÉFILOS

Hitch

Alfred Hitchcock es un genio que nos secretea en cada uno de sus fotogramas lo que es el cine: el arte de crear emociones

Alfred Hitchcock

Pocos analistas culturales, o como se les llame ahora, estarán en desacuerdo con que Sir Alfred Hitchcock sea hoy un artista del tamaño de Van Gogh, Le Corbusier, Sinatra o Borges . (Por cierto, muchísimos de los grandes creadores del siglo XX, ... la mayoría, han sido cineastas.) La influencia de Hitch , además de a las películas, llega, sobre todo, a la moda y a la mujer. Con sus rubias, alcanzó una ‘modernidad’ en lo femenino nunca vista antes . Por ejemplo, los peinados de sus actrices han sido tan revolucionarios como aquel ‘casco’ de Louise Brooks que cambió una era. Hitch vestía a sus mujeres con el talento de Balenciaga .

Por otro lado, la importancia de sus casas (como las de Fritz Lang ), que las convertía en personajes, ayudaban al desarrollo argumental más aún que la fotografía o el montaje. Es difícil encontrar mayor innovación. Tomemos ‘Con la muerte en los talones’ , que yo vi cuando estudiaba Preu, las Navidades de 1959. Es tan luminosa y moderna como el edificio de Naciones Unidas que apenas pudo retratar el maestro, ya que no le autorizaron a filmar ni sus salas de conferencias, ni el hall, ni siquiera la cafetería. ‘North by Northwest’, su título original (que es el recorrido que hace Cary , y da más sentido al relato), es tan actual, tan joven, tan clásica, que la habrían firmado desde Liechtenstein a Magritte . Roger Thornhill es el verdadero hombre que huye, no que camina, de Giacometti.

También asistimos a una nueva visita a ‘Encadenados’ (’Notorious’), la chica que amas está con otro, duerme con otro. Cary protagoniza las dos, que para mí forman parte de «las siete maravillas» de Sir Alfred, junto a ‘Rebeca’ y ‘Psicosis’ , en blanco y negro, y, ya en colores decadentes, ‘La ventana indiscreta’ , ‘Los pájaros’ y ‘Vértigo’ , esta última el alma y el corazón del corpus hitchcockiano.

Grant, en ‘Encadenados’, es un tipo más oscuro y depravado que Mr. Thornhill, el publicista de Madison Avenue tan enmadrado como Walter Mitty . Desde el arranque, con los créditos de Saul Bass y la música de Bernard Herrmann (la mejor que compuso para el cine, superior a la de ‘Vértigo’, de tantas resonancias wagnerianas, ‘Tristán e Isolda’, ‘Lohengrin’, incluso al inolvidable saxo de ‘Taxi Driver’); al principio de ‘Con la muerte...’, repito, no sabes si vas a ver una película, una escultura o una pieza arquitectónica. El chalet en el que Mason vive con Eva Kendall , con vistas al monte Rushmore , es más que un homenaje a la ‘Falling Water’ de Frank Lloyd Wright ( Cooper , en ese prodigioso melodrama llamado ‘El manantial’). El vestíbulo de la estación Gran Central, el Hotel Plaza, los amenazadores ‘cottages’, los automóviles, las bebidas, los aviones, los coches restaurantes de los trenes y los coches camas, los trajes y los vestidos, los besos…, son un catálogo, cómo diría, de la América de «Avón llama a su puerta» y «lo americano» tras la guerra y la llegada del Pop.

Esta vez, la rubia no es Madeleine Carroll , ni Ingrid , ni Grace , ni Kim , ni Tippi , sino una sorprendente Eva Marie Saint , nunca tan atractiva y tan sexy desde aquellas escenas de interior noche con Brando en ‘La ley del silencio’. Los besos de Eva y Cary , sin duda, son los de más alta precisión que filmó jamás Hitchcock, superiores a los de ‘Encadenados’ o ‘La ventana indiscreta’, o aquel otro en el pasillo del hotel de ‘Atrapa un ladrón’. No los encontraréis más emocionantes en toda la historia de la pintura. Ya le habría gustado a Klimt.

Las escenas en el coche-cama de Eva atesoran, continuamente, y mezclados, sentimientos de deseo, sexo, admiración y el asombro ante el misterio del nacimiento del amor. Algo parecido nos mostraba Lubitsch en ‘Ángel’, también el enigma indescriptible del enamoramiento, otra película ‘rubia’, como casi todas las del gran cineasta londinense.

Sin embargo, lo más asombroso para mí de esta obra que tanto me recuerda ‘Lluvia, vapor y velocidad’, de Turner , es que la legendaria secuencia en mitad del desierto, con la aparición de la avioneta fumigadora que trata de matar a Cary, parece rodada no por el gran orfebre ‘undisputed’ de la puesta en escena, sino por un documentalista. Hitch es un genio que nos secretea en cada uno de sus fotogramas lo que es el cine: el arte de crear emociones.

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