Una cuenta secreta para ella
UN VERANO PERDIDO
«En la fila delantera del puerto de Montecarlo estaban los barcos de Cristina Onassis y De la Rosa»
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Iniciar sesiónVerano de 1993. El año anterior, el Barça había ganado su primera Copa de Europa en Wembley y Javier de la Rosa había llevado a algunos de sus amigos en su avión privado a Londres. Entre ellos a Miquel Roca, padre de la ... Constitución y portavoz entonces de CiU en el Congreso.
Un año más tarde, Macià Alavedra, desde la proa del Blue Legend, el mítico barco de Javier, uno de los más imponentes del mundo en aquellos tiempos, saludaba a las embarcaciones vecinas con la alegría que le caracterizaba sobre todo cuando estaba entre ricos. (Mucho tiempo después, el presidente Pujol le diría: «Es que tú, Macià, te dejas impresionar por los ricos». «Hombre president -le respondió el consejero- es que los ricos impresionan»).
Al llegar a casa llamaron al teléfono y era Roca.
-Macià, ¿cómo se te ocurre ir en el barco de Javier por la Costa Brava? ¿No ves que todo el mundo te conoce y luego hablan?
Macià había quedado también al día siguiente con Javier pero le llamó y le contó la conversación con Miquel.
Lo siguiente que pasó no me lo tuvieron que contar, porque lo viví, y es que en lugar de estar navegando con Macià, Javier regresó a Barcelona y entró en Semon gesticulando y exclamando: «Los políticos son todos unos hipócritas».
No era la primera vez que le veía, más que enfadado, triste porque le trataran de apestado. De un lado vivía con la sensación de estar por encima del bien y del mal, de la Ley y de la Justicia. Del otro, era extraordinariamente sensible y necesitaba ser querido por las personas a las que quería. Y Javier quería a Macià, le consideraba su amigo.
Me quedé mirándolo y me dijo: «¿Te vienes conmigo?» Y sin preguntarle dónde me fui con él y era a Saint-Tropez. El Blue Legend había zarpado el día anterior y nosotros volamos con su avión privado hacia Niza.
Aquel año en Saint-Tropez habían instalado un helipuerto sobre el mar con una pasarela hacia la playa, para que el pueblo disfrutara de ver a los ricos llegar. El pueblo solía disfrutar con estas cosas antes del gran contagio del resentimiento social. Y allí aterrizó Macià, el helicóptero de Javier le había recogido en Gerona, cerca de Calella de Palafrugell, donde él y su esposa, la pintora Doris Malfeito, veraneaban. Al cabo de no mucho rato llegó, en el segundo helicóptero de Javier y procedente de Barcelona, Juanito Samaranch, del que Macià se burlaba a sus espaldas diciendo que era un bobo aunque su padre, el presidente del COI, le había encargado a Doris el 'Quadre Olímpic' a un altísimo precio. Todo el mundo en aquella Barcelona sabía que para quedar bien con el consejero de Economía había que comprar los cuadros de su señora aunque no valieran nada.
Tal como los invitados llegaron, subimos al Blue Legend y nos fuimos a cenar a Montecarlo. Una vez más para animar al pueblo, y para dar esperanza, los mejores barcos los amarraban en la fila delantera del puerto, y ahí estaban el de Cristina Onassis y el de Javier. Éste era el nivel.
Fuimos a cenar a un restaurante llamado Piratas, de cocina italiana normal, nada especial, pero con el atractivo de unas bonitas vistas sobre el mar y la curiosidad, muy apreciada por los ricos, de que al final de la cena los clientes podían romper todos los platos que quisieran. Los camareros traían montañas de platos y uno a uno los tirabas con rabia al suelo. La costumbre era maldecir a alguien, y Macià nombró en diferentes ocasiones a Pujol y a Roca.
Por la mañana salimos a navegar. El conseller, cuando se tiraba al agua no nadaba, hacía la boya, que es mantenerse en vertical y a flote moviendo los brazos. El agua le debía parecer un ámbito de confidencia y le fascinaba preguntar a Javier cuánto dinero tenía.
-¿Llegas a 70.000 millones?, quería decir de pesetas, claro.
La foto que ilustra el artículo corresponde a aquel día. Son Macià y Doris en la parte trasera del Blue Legend, muy acaramelados. Es verdad que aquel viaje tuvo algo de corte de mangas a Roca, pero muy poco. Para lo que en realidad sirvió fue para que Javier abriera y nutriera una cuenta secreta en favor de la amante de toda la vida de Macià.
Al cabo de pocos años Javier cayó en desgracia acusado de corrupción y que el foco fuera exagerado no significa que algunos límites no fueran sobrepasados. Y todos estos hicieron como que no lo conocían. He visto que a los ricos se les trata como a monigotes, su generosidad se da por descontada y tarda poco la gratitud en convertirse en exigencia. Lo que te dieron lo niegas si algún día tienen problemas. Javier continúa siendo mi amigo, Javier brillante, fascinante, imperfecto y me gusta decirlo en esta España en que la Gracia agoniza frente al pelotón de la pureza.
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