Cien de Mil

En Barcelona, existe un lugar donde el ala levantada o la sombra sobre los ojos se trabajan con la misma disciplina que un buen soldado afila su hoja

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Los fotógrafos literarios —Freund, Cartier-Bresson— sabían que un sombrero podía fabricar un personaje. Borges ladeaba el fedora como quien inclina una idea peligrosa. Neruda, con su chilote reglamentario, caminaba por el mundo como si pudiera ordenar la marea. Beckett, escondido tras su gorro ... de lana tejido por la vida misma, daba la impresión de haber firmado un pacto con la intemperie. El sombrero, en algunos escritores, es una declaración de principios.

Quizá por eso, en Barcelona, existe un lugar donde el ala levantada o la sombra sobre los ojos se trabajan con la misma disciplina que un buen soldado afila su hoja. Hablo de Sombrerería Mil, empeñada en recordarle a la ciudad que el cosmopolitismo empieza por la cabeza. Ciertos escritores usan los sombreros para inventarse; la Mil, para que esa invención no haga el ridículo.

Todo empezó en el año 1856 en la calle Hospital, siendo la sombrerería más antigua de la ciudad. Rondando los felices años 20, la familia Antonés desembarcó en la calle Fontanella y allí abrió la Mil que conocemos hoy: un santuario de la elegancia que ha sobrevivido a guerras, dictaduras y modernidades.

Su escaparate ha contemplado la hermosa Barcelona durante un siglo: señoras de domingo, caballeros que sabían inclinar un ala con estilo, turistas en busca de exotismos y actores que fingían anonimato tras hacer sonar la campanilla de su puerta. Dentro, el tiempo baja la voz: el vapor suspira, las manos moldean, las tijeras dictan sentencias.

En el libro de firmas se apilan nombres improbables: De Niro, Johansson, Lou Reed, Bardem, Ronaldinho

María José Solano

Escritora

En el libro de firmas se apilan nombres improbables: De Niro, Johansson, Lou Reed, Bardem, Ronaldinho. También escritores, que acaban siempre delante de un espejo probándose una versión mejorada de sí mismos, porque un buen sombrero arregla más vidas que muchos libros.

La Mil es artesanía en tiempos que prefieren lo rápido y lo frágil. Una rebelión silenciosa hecha de hilo y memoria. Ahora, en pleno centenario, prepara la reapertura del viejo local como quien iza una bandera que a punto estuvieron de arrebatarles: «Aquí seguimos».

Este lugar es Barcelona respirando como antes. Y ahí sigue, para recordarnos que un sombrero define un retrato. El de esta ciudad, desde hace cien años, lo pinta la Sombrerería Mil en sus espejos.

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