Charles Darwin: la curiosidad como método

Charles Darwin inició en diciembre de 1831 su famoso viaje en el Beagle, un bergantín de solo 28 metros de eslora. Tenía entonces 22 años y se enroló bajo las órdenes del capitán Robert FitzRoy por pura casualidad. El oficial al mando de la misión de exploración de América del Sur buscaba un naturalista y cartógrafo. Tras la negativa de varios candidatos, el puesto le fue ofrecido al joven Darwin. Su padre le negó la autorización para embarcarse, ya que el trabajo no ofrecía remuneración alguna, pero acabó cediendo bajo las presiones de su tío. La duración prevista del periplo era de dos años, pero finalmente pasaron cinco años hasta que el Beagle volvió a Inglaterra.

El barco de Fitzroy superó tormentas, adversidades y ataques, pero siguió hasta dar la vuelta al mundo. La primera escala fue en las islas Azores. Luego descendió hacia Cabo Verde y cruzó el Atlántico hasta Brasil. La siguiente etapa fueron las Malvinas y el sur de Argentina. Dobló el peligroso cabo de Hornos y navegó en paralelo a la costa hacia Valparaíso y luego Callao. Su última parada en el continente fueron las islas Galápagos. Desde allí atravesó el Pacífico antes de detenerse en Tahití, Nueva Zelanda y Australia. Tras explorar las formaciones coralinas en las Islas Cocos, regresó a Inglaterra por Sudáfrica, atracando en Ciudad del Cabo. Pero no volvió directamente porque cruzó de nuevo el Atlántico hasta Brasil antes de tocar puerto en Falmouth, en el sur de Inglaterra, en octubre de 1836. El itinerario da la medida de la ambición de la expedición del Beagle y de su tripulación.

De los cinco años de duración de la misión, dos fueron de navegación y casi tres de exploración de territorios poco conocidos. Darwin fue anotando minuciosamente todo en un diario, mientras hacía observaciones geológicas, recogía plantas, esqueletos y fósiles y almacenaba insectos, anfibios y reptiles. En el Corcovado, se dedicó a coleccionar arañas y, explorando el sur de Argentina, encontró los restos de un megaterio. Enviaba periódicamente a su casa en Inglaterra sus hallazgos. Tendrían que pasar 23 años hasta la publicación de 'El origen de las especies' en 1859, donde sistematiza la teoría de la evolución. El viaje en el Beagle fue la experiencia más importante de la biografía de Darwin, que se convirtió en una celebridad al volver a su país. Durante dos décadas, luchó contra su mala salud para formular su revolucionaria teoría que rompía todos los estereotipos religiosos. Siempre inspirado por Alexander von Humboldt, al aventurarse en la glacial Tierra de Fuego, explorar las selvas brasileñas y observar la fauna de las Galápagos, Darwin se dio cuenta de que los seres vivos se adaptaban al medio ambiente y que ello era un factor esencial para su supervivencia. Escribió entonces en sus cuadernos que la naturaleza tenía «un poder generativo» que provocaba la aparición de nuevas formas de vida sobre el planeta. Poco a poco, fue creciendo en su mente la teoría de la evolución y de la selección de las especies.

Hijo de un médico acomodado, Darwin había estudiado medicina en Edimburgo. Carecía de vocación y se aburría. Su amor a las ciencias naturales le llevó a estudiar los escarabajos y a leer a Humboldt. Su alistamiento en el Beagle colmó sus ilusiones de explorar nuevas tierras.

El gran impulso de la obra de Darwin residía en su insaciable curiosidad. El hallazgo de árboles fosilizados en los Andes le hizo llegar a la conclusión de que la Tierra estaba sometida a movimientos tectónicos. También dedujo que los atolones, formados por arrecifes coralinos, demostraban el descenso del nivel del mar. También acertó al relacionar los maremotos con erupciones volcánicas. Fue una mente clarividente que supo desmontar los tópicos y explicar la naturaleza con las leyes de la razón.