Muere Konrad Klapheck, el pintor de máquinas enigmáticas

Uno de los pocos surrealistas alemanes, su personalísimo e inquietante universo llamó también la atención de los comisarios de las primeras exposiciones pop

Konrad Klapheck K.K

Juan Manuel Bonet

En un hogar judío para ancianos de Düsseldorf, su ciudad natal, ha fallecido, el pasado día 30, a los 88 años, el pintor Konrad Klapheck, que, aquejado de un Parkinson, llevaba tiempo apartado de los pinceles. En 1934 su padre, el historiador del arte Richard ... Klapheck, (que fallecería en 1939), había sido despedido por los nazis de la Academia de Bellas Artes de la ciudad. La Segunda Guerra Mundial la pasó el hijo con su madre, Anna, también historiadora del arte, en Leipzig, entonces frecuentemente bombardeada. Ya en la posguerra, estudió Bellas Artes en la mencionada Academia, donde su madre era profesora, y de la que años después, continuando la saga, lo sería él también.

1955 marca el verdadero arranque de su obra. Desechando la tentación abstracta que representaban Pollock o Wols, pintó entonces, lo más exactamente posible, una máquina de escribir, que entusiasmó a su maestro, Bruno Goller. Vendrían luego otras muchas, y máquinas de coser (Lautréamont, Domínguez…), bicicletas, cajas registradoras, aspiradoras, planchas, grifos, hormas de zapatos, y demás objetos de uso cotidiano, incluidos motos y buldóceres. Todo ello expresado con estilo meticuloso, preciso, seco, que a veces recuerda al del primer Morandi, y a veces el realismo mágico alemán, y a Lindner. Cuadros como enigmas exactos, e inquietantes, de los que no están ausentes ni el humor, ni el erotismo, ni la política, siempre con el recuerdo de las banderas y los héroes impuestos.

Visitante, en el París de 1954, de Max Ernst, y amigo de Richard Oelze y más tarde de Magritte, en 1961 tomó contacto con el grupo surrealista de París, frecuentando la tertulia de La Promenade de Vénus. Ya adoptado por el grupo, estuvo presente en «La Brèche» y en «Coupure». En 1965 participó en «L'écart absolu», la última colectiva, en L'Oeil, y André Breton prologó el catálogo de su individual en Ileana Sonnabend. También escribieron sobre él Benayoum, Jaguer o José Pierre. Allá lo expusieron primero Maeght, y luego Lelong. En otras ciudades, George Staempfli, Alfred Schmela, Rudolf Zwirner, Arturo Schwarz, Sidney Janis, Ernst Beyeler…

El lado acabado industrial de su pintura hizo que en los sesenta Klapheck fuera incluido en colectivas pop, y que luego se interesaran por él los hiperrealistas. 1974 fue el año de su retrospectiva en el Boymans de Rotterdam, que luego viajó al Palais des Beaux-Arts de Bruselas y a la Städtische Kunsthalle de Düsseldorf. En Madrid lo expuso, en 2005, Alcalá 31. Por aquel entonces, sin abandonar sus máquinas, había abierto un nuevo frente, introduciendo la figura humana: desnudos femeninos, músicos de jazz (su amor de juventud), boxeadores, las siluetas de colegas y amigos… En 2007, Hans UIrich Obrist publicó un libro de conversaciones con él. Judío consorte por su matrimonio con Lilo Lang, tras su trágica desaparición se convertiría; su hija Elisa es rabina, y su hijo David también es activo en este campo.

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