Muere Wislawa Szymborska, conciencia irónica del siglo XX
El humor y la resistencia en su obra le valieron en 1996 el Nobel a la poeta polaca
ABC
Wislawa Szymborska, figura capital de las letras polacas, cuy poesía ha inspirado a varias generaciones de sus conciudadanos, premio Nobel, murió ayer en Cracovia a los 88 años víctima de un cáncer de pulmón, rodeada de familiares y amigos. «Falleció en casa, tranquila, mientras dormía», ... explicó su secretario personal, Michael Rusinek, quien recordó que la escritora fue siempre una «fumadora incorregible a pesar de las constantes advertencias de los médicos».
Nacida en 1923 en Bnin (oeste de Polonia), en 1931 se trasladó con su familia a Cracovia, ciudad en la que se asentó de forma definitiva, y donde conocería más adelante al Papa Juan Pablo II. Estudió Filología y Sociología después de la Segunda Guerra Mundial en la Universidad Jagellónica, tras lo cual comenzó su andadura poética, crítica y ensayística, publicando en un influyente semanario del entorno de Woytila. Debutó en 1945 con el poema «Busco la palabra», y su primer poemario, «¿Por qué vivimos», se publica en 1952. Su creación se identifica y alía con los sufrimientos del pueblo polaco y su esfuerzo por superarlos. Con irónica precisión sus versos alumbraban la realidad humana como en «Preguntas planteadas a una misma» (1954).
Con «Apelación al Yeti» (1957), Szymborska romperá con los preceptos del régimen, y ajustará cuentas con la sociedad oficial. Optó por la reflexión filosófica, ética y el humor. Le seguirían «La Sal» (1962), «Mil Consuelos» (1967), «El gran número (1976), «Gente en el puente» (1986), «El principio y el fin» (1993) y De la muerte sin exagerar» (1996). El lenguaje era capital para ella, con palabras claras y sencillas.
La concesión del Premio Nobel en 1996 supuso el reconocimiento mundial a una voz poética capaz de encender en su escritura el prodigio de lo cotidiano y la cercanía de lo extraordinario. Ese día declaró: «No voy a celebrar el Nobel. Pienso acostarme prontito», y anunció que dedicaría el dinero del galardón a obras sociales. Lectora del Quijote, admiradora empedernida del «Goya luminoso, el de los retratos, el de los tapices, el de las escenas costumbristas y el de las majas», pintaba collages en los que corregía a Velázquez: «En uno saqué una de las meninas al aire libre». Se apaga una voz tierna, irónica, libre.
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