La muralla

Reproducimos el artículo de Alfonso Ussía publicado el 26 de diciembre del 2003

Muere Alfonso Ussía, maestro del columnismo español

Me encuentro solo y ante la muralla. Mi situación es fácil de explicar. Formo parte de un grupo que ha asumido con gozo su condición de esclavos. Ha escrito Antonio Burgos que el escritor de periódicos con espacio fijo pertenece a una cofradía. La de ... los esclavos atados a la columna. Más de veinte años llevo sin conocer la inalcanzable delicia de una semana de vacaciones. Los esclavos atados a la columna carecemos del derecho al descanso, y en el fondo, estamos de acuerdo con la carencia. Pero se dan circunstancias difíciles de superar, y los días de Navidad se las pintan solos para quebrar nuestras armonías. «Necesitamos dos artículos suyos. Hay que adelantar el cierre». Ustedes pensarán que quien escribe un artículo puede perfectamente con dos. No es verdad. Es una barbaridad. Un hombre fogoso y en envidiable estado es muy capaz de hacer el amor tres veces por día. Pero se sentiría desconcertado si su amada le planteara la siguiente demanda. «Como mañana es Navidad y me marcho a casa de mis padres, hoy tienes que doblar tus prestaciones. Prepárate, tigre, porque vamos a echar seis quiquis». Hay que ser muy hombre para no desmoronarse.

Un artículo precisa de un planteamiento previo. Se necesita, ante todo, una idea, una situación para escribir, un suceso que llame la atención. Nada tenemos de héroes los columnistas. Esos preciosos versos de Marquina describiendo al soldado de Infantería no son adaptables a nuestra realidad. «No hay a su duro pie risco vedado / sueño no ha menester, quejas no quiere. / Donde le llevan va, jamás cansado, / ni el bien le asombra, ni el desdén le hiere. / Valiente, decidido y abnegado / obedece, pelea, triunfa o muere». Nosotros, nada de eso. Dos artículos son para mí un risco vedado e inalcanzable. Tengo sueño y me quejo. Me llevan y voy desencuadernado. El bien me asombra más cada día que pasa, y los desdenes me hieren. La valentía me falta para negarme a aceptar la orden, me ha abandonado la decisión, el triunfo no me acompaña y la defunción de mi inspiración es un hecho que muy probablemente va a tener lugar en pocos días. Porque si me obligan a escribir dos artículos en un mismo día para cubrir los de Navidad, en una semana nos plantamos en la Nochevieja y el primero de año, y eso puede resultar brutal para mis neuronas. Todavía no me he recuperado de la propuesta que me hizo, años atrás, el alcalde de una muy bella e histórica villa de la Alta Castilla. «Queremos que escriba una conferencia sobre las ovejas churras y la pronuncie el día de nuestro Santo Patrón»; «Señor alcalde, yo no tengo ni puñetera idea de ovejas churras»; «Pues es muy fácil, y además tampoco le pedimos demasiado. Con la facilidad que tiene usted para escribir no le puede resultar complicado hablar media hora de las ovejas churras».

Mi optimismo renace. Sale el sol. He logrado alcanzar el segundo folio en blanco, y eso es prueba irrefutable de que el primero ya está escrito íntegramente. Un esfuerzo más y me puedo comparar con el pobre amante de los seis quiquis. Mi amigo Mariano Aguayo, escritor y artista cordobés, ha publicado un libro delicioso. «La caza en el cante». Incluye en la antología una soleá que me ha sorprendido por su surrealismo. «Más vale querer a un galgo / que querer a una mujer / que tenga el pescuezo largo». Con cinco líneas más, asunto liquidado. Se me pueden enfadar mis amigas con el pescuezo largo. En tal caso, lo arreglaría con un diálogo sincero, mirada contra mirada, frente a frente. Esto va estupendamente. Una línea más y supero el agobio. No les he felicitado la Navidad ni deseado un próspero año nuevo. Lo hago gustosísimo. Se acabó. Gracias, Dios Mío.

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