poesía
Luis Rosales, versos de un poeta adolescente
Ven la luz dos libros juveniles e inéditos del inmenso poeta granadino
MANUEL DE LA FUENTE
Era un chavalillo al que le gustaba corretear por la Puerta de las Cucharas y la Plaza de Bibarrambla, cuando no estaba enredando entre los anaqueles de «La Esperanza», la mercería de su padre, don Miguel Rosales Vallecillo. Un chavalillo aún ajeno a los endecasílabos ... que flotaban en el aire enamorado de aquella ciudad perfumada de cármenes y fuentes. Así lo recordaría: «Cuando tenía doce años no sólo no me sentía poeta, sino que veía con cierta desestimación a mis compañeros que se dedicaban a hacer versos». Pasaron los meses y los años y en los ratos que le dejaba su trabajo en la mercería donde echaba una mano a sus padres, siempre había hueco para arrancarse con unas rimas: « Era un sauce solitario / y un alegre ruiseñor/ era una rosa, y se amaban / como nunca nadie amó », sus primeros versos conocidos y publicados ante los que un visionario crítico espetó: «Oh plumíferos admirables con pretensiones líricas».
Pero pronto Luisito ya era Luis y miembro del Centro Artístico de Granada, donde conoció a Joaquín Amigo, íntimo de Lorca y camaradas en su trágico destino: asesinados en los primeros días de la guerra. Un muerto por bando. Luis Rosales sigue escribiendo y en marzo de 1930 debuta como poeta con un recital en el que, con apenas veinte años, iba a presentar dos libros: «El libro de las baladas» y «Romances de colorido» . El uno juanramoniano; el otro a la lorquiana manera.
De ellos prácticamente nada se supo durante años y años, hasta que la profesora y poeta Xelo Candel dio con ellos en el Archivo Histórico de Madrid. Esos dos libros, corregidos y aumentados, ven ahora la luz (como ya adelantó ABC el 25 de abril de 2010) publicados por la Editorial Visor en una cuidadísima, certera, exhaustiva y oportuna edición para recuperar la figura y la obra de uno de los más grandes poetas españoles de todos los tiempos, colaborador durante décadas de esta casa.
Xelo Candel tiene la penúltima palabra: «No vamos a encontrar en estos primeros poemas al poeta que conocemos, incluso me atrevería a decir que tan solo los verdaderos amantes de la poesía rosaliana o aquellos estudiosos de la poesía española contemporánea que sientan verdadera curiosidad por ver de cerca cómo se desenvolvía un joven poeta allá por los primerísimos años 30, sepan apreciar estos juveniles poemas».
Luego llegó abril y la encendida primavera rosaliana estalló.
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