La barbitúrica de la semana

La teta y la lengua

El Benidorm Fest esconde asuntos más complejos que el pecho de Bandini o el gallego en el que Tanxugueiras interpretó la canción más eurovisiva que España habría podido presentar jamás.

La barcelonesa Bandini canta sobre la maternidad, la feminidad y los pechos de las mujeres en este himno. ABC

España volverá a perder Eurovisión, pero quedará la exégesis de un pezón, la coreografía de una lengua vehicular y la charcutería del 'spanglish'. De un tiempo a esta parte, España, este lugar bendecido por la belleza y la contradicción, se obceca en asuntos que se ... ocupan más de la punta del Iceberg que del hielo mismo.

Lo deseable es debatir, hacerse en las justas, pero la verdad, o lo que se aproxima a ella, da qué pensar: enfadarse con un biombo es una forma de postergar a quien se desviste detrás. El Benidorm Fest esconde asuntos más complejos que el pecho de Bandini o el gallego en el que Tanxugueiras interpretó la canción más 'eurovisiva' que España habría podido presentar jamás. La carrera por Eurovisión encarna un estropicio, a su manera tierno, porque se discute el asunto como si de una gesta importante se tratara. Y puede que lo sea, aunque lo relevante esté siempre atrás.

España no sabe qué llevarse puesto a Eurovisión porque ella misma no sabe del todo qué es. Y quien escribe estas líneas se permite incluirse en ese concepto difuso de lo español. Quien firma esta columna ha migrado y forma parte de esta bomba de relojería que hierve, vivísima, en la posibilidad de sus contradicciones. ¿Cómo podemos ser una misma comunidad si quienes habitamos España no nos parecemos? Incluso convendría escribir ‘paresemos’ -porque sin ser de aquí, asisto, como muchos otros que comparten mi situación-, a la gresca de la identidad.

Hay belleza en esa duda de la que todos formamos parte, ¿es el spanglish de Chanel tan castizo como el español que comparten 500 millones de hablantes? ¿Es un pecho la bandera de la demagogia, el desgarro de lo evidente y lo ingenuo, o el reclamo de los tiempos que corren? ¿Es el gallego la lengua para cantar a Europa? No lo sé, pero la duda interpela, deletrea a gritos asuntos escondidos bajo la alfombra de la ocurrencia. Más que parar una ciudad, ¡mamá!, hay que parirla.

Las palabras teta y lengua en una misma frase invitan a pensar en otros combates, asuntos de alcoba o lactancia, quizá. Pero no en este bienaventurado circo del delirio, nos arrojamos agravios por algo que nos interroga con la urgencia de lo que no hablamos. Dar pecho o dar el Do de pecho, estar todo el día preguntándose por algo que no está dicho. ¡A saber! Me gusta España por sus locuras, por sus arrebatos, pero, sobre todo, por la posibilidad de hacer de estas discusiones un asunto común.

Ojalá sirviera Eurovisión para no desafinar en la convivencia. Es una brizna, una tontería, pero a veces hacen falta las cosas leves para preguntarse por lo definitivo. La lengua que hablamos, el pecho del que nos amamantamos. Ese circo que siempre acaba en confeti y con el que podríamos reconstruir el edificio de lo duradero.

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