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«Silencio en la sala: en peligro el primer eslabón del talento»

Marwán, Sidecars, Ginebras, Luis Brea, Conchita y L Kan recuerdan su paso por salas de conciertos a lo largo de su carrera

Documental realizado por Andrea Carrasco, David del Río y David Conde ABC MULTIMEDIA
Andrea Carrasco

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Es de esperar que la música como arte, como producto de la combinación de sonidos, supere la pandemia; porque los artistas son especialistas en transformar dificultades en letras grávidas de un poder reconfortante. Pero, ¿y todo aquello que la rodea? El sector sobrevive lamiéndose unas heridas que no terminan de cicatrizar desde marzo de 2020 y preocupa especialmente el estado crítico en el que se encuentran los locales de música en vivo. Cinco meses después de fijar la fecha simbólica del cese de su actividad el pasado 18 de noviembre siguen en disnea ante la tímida respuesta de las administraciones. No saben hasta cuándo van a aguantar. La mayoría de las salas de conciertos de España mantienen la persiana bajada desde que se decretó el estado de alarma. Algunas han abierto de forma intermitente y las que no se resignan, si es que alguna lo hace, tratan de seguir en la brecha peleando por mantener una armonía imposible entre ingresos y gastos.

[Vea el documental «Silencio en la sala: en peligro el primer eslabón del talento» en la parte superior]

La pandemia ha comprometido toda la actividad del sector y el panorama nacional es el que es. De la música viven alrededor de 350.000 personas y las pérdidas globales directas rozan los 1.000 millones de euros y, de forma indirecta, ascienden a 7.000 (datos recogidos por Es Música). Si ponemos el foco únicamente sobre los locales de música en vivo, en su conjunto han dejado de ingresar 120 millones de euros . Su sustento principal, lógicamente, son, o eran, los conciertos y han tenido que cancelar más de 25.000. Y si nos detenemos en el capital humano, en quienes se ganan el pan en este mundillo -camareros, programadores, promotores, técnicos de sonido o luces-, son casi 5.000 los afectados, muchos todavía en ERTE . Con un tercio del año en curso agotado estas cifras eran las que se contaban a cierre de 2020.

«Llevamos tiempo presentando al Gobierno soluciones como las de otros países. Nos han hecho promesas pero no llegan a ser efectivas. Es necesario un plan de contingencias que tiene que tener como mínimo ayudas estructurales para el sector», reivindica Joaquín Martínez Silva, presidente de Es Música .

Pero para poner en valor a estos locales que ven cada vez más aciago su futuro no hay que remontarse forzosamente a la situación económica de la que gozaban en la vieja normalidad. Su peso dentro de la Cultura musical trasciende a las cifras. Un posible cierre no solo supone la ruina del particular, sino también la de aquellos artistas que todavía estaban despegando. Porque las salas son el primer eslabón en su desarrollo artístico y si se quedan por el camino con ellas se queda también el talento. «La crisis artística que viene después de cerrar una sala es incalculable, es vetar la puerta a que muchos artistas puedan iniciar ahí su vida. No podemos permitirnos cerrar salas y no tener un plan para las que están sobreviviendo».

Porque a los grupos que todos conocemos y que han llenado, y volverán a llenar, las gradas de los estadios, el éxito no les ha caído del cielo. La razón por la que han llegado ahí tiene y tendrá su origen en los primeros pasos que dieron la hija rockera del padre más clásico, aquel vecino que rasgueando las cuerdas de su guitarra nos despertaba todos los días de una siesta sagrada o el compañero de clase que los viernes por la tarde se excusaba de las cañas para estudiar solfeo. Enamorados de la música que siempre habían querido probar la magia del directo y que gracias a las salas tuvieron una primera oportunidad. Ellos consiguieron llenar poco a poco estos pequeños locales. Primero arrastrando caras conocidas de familiares de todas las edades, amigos, amigos de amigos o parejas, hasta dar el salto y confirmar su talento tocando ante miles de desconocidos.

Video. Sala Fotomatón

Pero mientras se ponen algunos parches para público y artistas con actuaciones en teatros, pilotos de conciertos masivos o festivales por fascículos al aire libre, el melón de las salas no se abre ni a baquetazos. Asociaciones e instituciones musicales se afanan en buscar soluciones que den un respiro a la situación. La Noche en Vivo (LNEV) que encabeza Javier Olmedo, a la que están adscritas más de 50 salas de conciertos de la capital, no ha dejado ni un minuto de reivindicar la importancia de estos locales por si alguien decide pararse a escuchar. «Somos el tejido cultural primero para la música en directo, es de donde salen los artistas, donde crecen los nuevos artistas, donde se desarrollan los repertorios de todos ellos, y si no se vuelven a abrir las salas se pueden perder incluso generaciones de artistas». Describe un drama difícil de superar, pero nada más lejos de la realidad; los que tratan de sobrevivir para mantener abiertas sus segundas casas lo hacen después de más de 390 días sin ingresar un solo céntimo .

En la vieja normalidad las salas madrileñas acogían alrededor de 17.000 conciertos anuales por los que pasaban más del doble de artistas nacionales e internacionales. Era posible gracias al trabajo de estas pequeñas pymes o autónomos que, siguiendo una concepción romántica de la música, apostaron por la cantera del talento. A día de hoy alrededor del 80% de estos pequeños templos culturales permanecen cerrados en Madrid desde marzo de 2020 . En Cataluña, otra de las comunidades por excelencia del turismo cultural y con gran oferta de ocio musical, la situación tampoco es boyante. Se han cancelado casi 6.500 conciertos y d e las 90 salas que integran ASACC (Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña) solo 12 permanecen parcialmente abiertas . Las demás si han levantado la persiana en algún momento puntual ha sido para celebrar algún concierto de algún proyecto que recibe ayuda pública y/o privada.

Trabajo, dedicación y pasión por la música

«Todos los sectores lo están pasando mal, hay algunos que están muy afectados, pero eso no significa que el nuestro no lo esté. Si la Cultura aporta un 3,2% al PIB (la música aproximadamente un 1,4%) lo justo sería recibir ayudas proporcionales a lo que producimos. Nuestra necesidad es secundaria, si no somos capaces de visibilizarlo parece que no existimos». Es difícil no creer a Joaquín Martínez, presidente de Es Música, cuando dice que en tiempos de crisis la Cultura deja de ser rentable para el Estado. Pero conviene no olvidar que no solo la música y los discos nos aliviaron el encierro, también lo hicieron los libros, el cine o las series.

«Las salas de directo ya tienen una media de antigüedad de 25 y 30 años, eso es gente que monta algo y quieren que sea su vida, no es algo que nace porque ahora se han puesto de moda los gin tonic o las magdalenas azules», comenta con sorna Javier Olmedo (LNEV).

Cada sala, en Madrid o en cualquier ciudad, tiene una historia; y detrás de esa historia hay un nombre. Hablemos de Julián Herráiz , por ejemplo, dueño del Café Libertad 8 ; un local castizo situado en pleno barrio de Chueca. Por sus tablas han pasado algunos de los cantautores más importantes del panorama nacional y de su público ha nacido una nueva generación que está ahora dando guerra.

«El primer concierto al que vine aquí a Libertad, fue uno de Drexler y flipé. Y recuerdo con mucho cariño un concierto que viví ahí que era mi cumpleaños, de Paco Bello, y también recuerdo los de Carlos Chaouen», cuenta el cantante Marwán , que dio sus primeros pasos sobre ese mismo escenario al que alude. También Conchita viaja al pasado con morriña y no olvida la primera vez que actuó allí junto a él.

Y es que tras décadas de dedicación, Julián ha logrado convertir el Café Libertad 8 en el santuario de los cantautores ; un espacio que ahora corre riesgo real de desaparecer. Quién le iba a decir hace 30 años que el lugar sobreviviría gracias al streaming, una tabla de salvación para mantener la sala activa, pero su economía depende, dentro de las posibilidades, del funcionamiento normal del local y ahora mismo eso es imposible. «Me siento como un burro persiguiendo una zanahoria y veo que la zanahoria está lejísimos», se lamenta. «Creo que se nos castigó muy rápidamente en verano cuando dijeron: “hay que cerrar el ocio nocturno” y creo que ya no se ha vuelto a considerar la situación. Cuando en julio pude abrir tomé todas las medidas que se me pidieron y si hubieran pedido más habría buscado la forma de aplicarlas».

Hay otras salas como Costello , también en pleno centro de Madrid, que ni siquiera han renovado el aire desde hace un año. Como en Café Libertad, detrás de este local que regenta Dani Marín también se esconde una historia. Concretamente la de un grupo que hoy muchos conocen. Juancho, Dr.Gerbass y Ruly, de Sidecars , dieron allí sus primeros conciertos poco después de que el ladrillo rojo dejase de adornar la bóveda de sus entrañas. Actuaciones que empezaron siendo para 10 o 20 personas y que terminaron con un sold out en menos de 10 minutos, con Dani como mánager de la banda y con la cueva como escenario de su primer videoclip. Los tres siguen hablando de Costello como su «cuartel general para los momentos buenos y malos» a pesar de que el escenario ya se les ha quedado pequeño. Eso sí, nunca se olvidan de ir a brindar por sus éxitos.

Una carrera de obstáculos

El de Dani y el de Julián son solo dos ejemplos de la dedicación que cientos de personas han puesto para contribuir en el desarrollo del talento. Otros ejemplos son el de Sandra Roncal, al frente del Fotomatón; Toño Villar, encargado de la mítica Sala Sol; o Jamie Steel, que se marchó de Escocia y convirtió El perro de la puerta de atrás del coche en su forma de vida. Todos ellos, ahogados por la situación, miran de reojo a las administraciones con la ilusión de conseguir un respiro.

«Dependemos de las ayudas, hay una capacidad de aguante y se está llegando al límite de esa capacidad. No sé si serán dos meses o cuatro, pero un gran número de salas puede darnos la mala noticia de no volver a abrir sus escenarios». La incertidumbre es lo que más preocupa a Javier Olmedo , pero las dificultades a la hora de mantener la actividad no son solo económicas. El cambio de hábitos del consumidor y las estrictas medidas de seguridad, que pasan entre otras cosas por aforos inviables, se suman a los obstáculos.

«Es importante que cuando podamos volver a abrir lo hagamos en las mejores condiciones posibles. Ahí me refiero a cambios normativos que nos faciliten los cambios necesarios. Desde hace años vemos que necesitamos cambios a nivel legislativo y de ordenanza y ahora mismo hay que darle el empujón, que exista esa voluntad política. Lo importante es que en ese momento de apertura estemos en el mejor momento de línea de salida, poder extender horarios, incluso matutinos, porque va a haber nuevos hábitos».

Pero desde Es Música destacan que uno de los principales problemas llega a la hora de organizarse . «Se está intentando volver a la actividad con criterios en materia de protocolos descoordinados entre Comunidades. Imaginad cómo se organiza una gira si cada comunidad tiene medidas diferentes. La movilidad está comprometida. El sector quiere volver y lo está intentando, se nos prohíbe y estamos viendo cómo en otros sectores se permiten aforos mayores con menos restricciones».

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