José Emilio Pacheco: «La poesía debe reivindicar la lucha contra la crueldad»
ABC
MANUEL DE LA FUENTE
MADRID. El dios de la lluvia no lloraba ayer, a primera hora, sobre México. Sonreía, de oreja a oreja, sobre el Distrito Federal. Porque un poeta (El Poeta, dicen por allá) mexicano José Emilio Pacheco tenía algo urgente y madrugador ... que escribir y subrayar en su diario («la poesía que busco / es como un diario / en donde no hay proyecto ni medida»), la concesión del XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que ayer le fue otorgado en Madrid y que el autor de «Islas a la deriva» recibía «absoluta y muy gratamente sorprendido, sobre todo en estos terribles momentos aquí en mi tierra».
El jurado de esta edición ha estado formado por el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña; el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso; el académico de la Real Academia Española (RAE) Darío Villanueva, y los escritores Pablo García Baena, José Saramago, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, José Manuel Caballero Bonald, el subdirector de ABC José Miguel Santiago Castelo y Carmen Posadas.
El propio Siles «redactó» ante la Prensa la carta de presentación del mexicano: «Pacheco es el único poeta posterior a Octavio Paz que ha creado un universo auténticamente propio». Luis Antonio de Villena trazaba después, alguna coordenada más del mapa lírico del creador de «Los elementos de la noche», la obra de un autor «vitalísimo y creativamente caótico, una poesía que hace vibrar tanto el corazón como el entendimiento».
A José Emilio Pacheco, ayer, las musas no le pillaron trabajando, porque la noticia, con el cambio horario, le llegó al poeta prácticamente de amanecida. Aunque musas, como meigas, haberlas haylas, como explicaba a ABC al otro lado del Charco y telefónicamente: «Desde luego, hay que sentarse a trabajar. Yo no creo en la inspiración, pero existir, existe». Pacheco prefiere no enmarcar nombres que le gusten o hayan influido, porque «sería larguísimo y omitiría a alguien. No quiero que pase lo mismo que la primera vez que lo hice, con 19 años, cuando omití a la persona más importante entre mis influencias, mi abuela, porque ella me enseñó a leer, y me leía fábulas y los poemas de Campoamor».
Alumno de Cernuda
Pero en la conversación, sutilmente, quizá porque Pacheco fue quien dijo «escribo unas palabras y al mismo ya dicen otra cosa»... se deslizan nombres bien propios, los poetas del exilio posterior a la Guerra Civil, con los que «sostuve mucha relación: Prados, Max Aub, Cernuda, del que incluso recibí clases. Y también quiero recordar a Aleixandre, porque cualquier persona que le mandaba un libro podía tener la certeza de recibir una carta de Vicente. Tengo muchas cartas de él, pero en Madrid nunca me atreví a visitarlo en Velintonia 3, porque pensé que la mayor muestra de admiración era no visitarlo y dejarle libre y tranquilo».
Aunque Pacheco cree que no pertenece a los vastos dominios (con más o menos aurora) de internet sí ve en ellos «magníficos medios para que la poesía llegue a más gente». Mientras, José Emilio, quizá recuerde antiguos versos, y recuerde que «no quiero nada para mí: / sólo anhelo / lo posible imposible: / un mundo sin víctimas», utopía lírica y humana que sigue siendo para el poeta el más alto y limpio vuelo de la poesía: «Sí, eso es lo que tiene que reivindicar la poesía, ese posible imposible de un mundo sin víctimas, reivindicar y hacer algo contra la violencia de este mundo sumamente cruel en el que nos ha tocado vivir».
Y «este perpetuo exiliado que en el desierto mira» se pierde, verso a verso, entre las callejas de aquella Tenochtitlán nunca olvidada.
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