Rituales de la religión warholiana
Warhol resucita el mundo del arte y hasta maquillan este momento de «vanidad de vanidades» destinando la pasta a «obras piadosas»
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Iniciar sesiónPudo escucharse como si fuera muzak o un sonido espectral, justamente tres segundos antes del martillazo subastero: «Y volver, volver, volver». Aunque faltaban cinco míseros millones para redondear la cifra de escándalo, el milagro del «icono» warholiano había vuelto a producirse . La religión estética ... consumaba el «déjà vu» con la cantinela de Los Panchos como mensaje encriptado. Un erudito en cuestiones cabalísticas acertó a sugerir que aquello era «el alfa y omega» del arte del mundo mundial y, sin duda, algo de serpiente (venenosa) que se muerde la cola puede apreciarse. La Marilyn que fue tiroteada por una «performer» friki neoyorkina (esto es un pleonasmo perfecto) volvía a las manos de Gagosian que la vendiera en 1986 a uno que había ido al supermercado galerístico «a por otra cosa». El trilero mueve los cubiletes dos veces.
Hace unos días gozábamos perversamente al ver caminar como un pingüino a Kim Kardashian dentro del vestido de Marilyn, en un remake asfixiante, sin aliento para cantar el «happy birthday» al pasmao de Biden. Anoche reaparecía «la Gioconda» de la Factory para decretar el obligado retorno de la «euforia» en el tiempo del des-enmascarillamiento. Poco importa que el horizonte sea catastrófico o que puedan cortar el grifo del gas, el fantasma de Warhol regresa (como todo un ejemplar «reprimido») para hacernos creer en la resurrección.
La única teología que funciona sin herejías es la del dólar y la warholiana, una «santísima dualidad» de comunión ritualizada. Ese artista, martirizado-tiroteado por una de sus rebrincadas seguidoras, era un católico devotísimo que declaró que ser bueno en los negocios es la mejor forma de ser artista. Prometió a todos una fama de quince minutos y él se reservó la gloria o el glamour eterno. Quisieron comprarle «su aura», aunque, diabólicamente astuto, decidiera hacer márketing estetizador con marcas ajenas. Fue capaz de enlatar todo, incluso la muerte de las superstars.
Tenía algo de agujero negro, había convertido su timidez enfermiza en el más raro de los magnetismos. Este Rey Midas del Pop parecía repetir (su estrategia obsesiva) el «noli me tangere» de Cristo Resucitado. En todos los sentidos es el «Salvatore Mundis Artis», el maestro del fake que serigrafió los rostros del desastre inevitable. En el principio estaba el suicidio o, para no ser tan siniestro, en el origen necesitamos la sublimación de lo peor. Warhol resucita el mundo del arte y hasta maquillan este momento de «vanidad de vanidades» destinando la pasta a «obras piadosas». Alabado sea.
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