Los manifiestos de la ‘España vaciada’ se escriben desde la ciudad
La visión nostálgica de lo rural está de moda entre editoriales y periodistas con wi-fi urbano desde que la publicación del libro ‘La España vacía’ bautizara el fenómeno de la despoblación y una alternativa política que se examina en las próximas elecciones de Castilla y León
Enrique es un ‘hipster’ que abandona el barrio madrileño de Lavapiés y el politiqueo urbanita para pasar una temporada en un pequeño pueblo de Aragón. Instalado en la casa de sus tíos, este forastero de buenas intenciones organiza un taller de las ... llamadas ‘nuevas masculinidades’ al que solo acuden un par de mujeres del pueblo, peatonaliza las calles del municipio (a una la bautizará con el nombre del teórico marxista Gramsci) y reniega de los gallineros por ser «algo muy heteropatriarcal».
Portada de 'Un hisper en la España vacía'
Este currículum disparatado es el del protagonista de la novela del periodista y escritor Daniel Gascón ‘Un hipster en la España vacía’ (2020, Random House), en la que se caricaturiza al ‘paleto de ciudad’ que desembarca en la España rural y se esmera en poner en marcha un programa político para corregir la deriva de la vida en el campo que –a ojos de Enrique– es antiecologista, machista y racista. Toda una inversión del estereotipo de las películas de Paco Martínez-Soria, en las que el paleto era el aldeano que llegaba desorientado a una ciudad desconocida que se le hacía inmensa, inabarcable.
Redescubrir lo de siempre
Aunque llevada al extremo desde el humor, la novela de Gascón es un reflejo de esa nueva tendencia social y política por la que se idealiza el entorno r ural desde la óptica distorsionada de las ciudades . «La moda de la España vacía existe y está en muchas partes. Aunque ahora haya libros que creen estar redescubriendo la vida en el campo, siempre hubo autores como Delibes o Ramón J. Sender cuyas narraciones se desarrollaban en escenarios campestres. Ahí están los ‘Campos de Castilla’ de Machado o el propio Quijote. Las tradiciones literarias son un poco guadianescas, a veces hemos olvidado una temática durante mucho tiempo y de pronto la recordamos», opina. Este escritor cree que aunque existe un cierto adanismo que nos hace creer que somos los primeros en hablar de lo que ahora se ha denominado la España vacía, tampoco descarta que quizá cada generación necesite ponerle un nuevo nombre a los temas que la cultura ha discutido siempre.
El concepto que ahora inspira el nombre de formaciones políticas y que se utiliza para denominar el fenómeno demográfico de la despoblación surge a partir del éxito del libro de Sergio del Molino ‘La España vacía, viaje por un país que nunca fue’, que publicó la editorial Turner en 2016. Aquel texto registra su primer impacto en el éxito de Teruel Existe en las elecciones generales de 2019 y en la creación de la plataforma España Vaciada , que aglutina un gran número de asociaciones y colectivos y aspira a ser un partido bisagra. Pero los frutos del movimiento son hoy más notorios que nunca. En las elecciones autonómicas anticipadas que se celebrarán el próximo 13 de febrero en Castilla y León concurrirán más candidaturas que nunca , la gran mayoría alternativas vinculadas al mundo rural: Soria ¡Ya!, Palencia España Vaciada, Palencia Existe, Burgos Enraíza...
Pero la España vacía (o vaciada) también está presente en las arengas de los partidos de ámbito nacional. En palabras de Andrés Fernández-Pose , al frente de la cátedra Princesa de Asturias de Geografía Económica de la London School of Economics, los discursos están plagados de políticas «muy bien intencionadas, como las que pretenden luchar contra el cambio climático que, a priori, es difícil discutir. Sin embargo, a la hora de la verdad benefician sobre todo a las élites de las ciudades y terminan perjudicando a los entornos rurales». Fernández-Pose critica que la tendencia europea (lo vimos en Francia con los ‘Chalecos amarillos’) sea marcar objetivos cada vez más abstractos que «se disfrazan como favorables para las zonas agrarias». Es precisamente esa universalidad –apunta– la que impide que se aporten soluciones prácticas para territorios concretos.
«La ciudad sí puede conocer los problemas del campo, pero las políticas abstractas no son positivas para el medio rural, terminan beneficiando a las élites de las ciudades»
«No estoy de acuerdo en que desde las ciudades no podamos conocer los problemas del mundo rural. Sí se pueden conocer. Pero el problema es qué es lo que se propone como política para el desarrollo agrario y a qué intereses responde». Este experto en economía demográfica alude a la problemática del diésel para explicar su argumento y recuerda que a los trabajadores del campo se les había recomendado hace años que compraran coches diésel, como vehículos más eficaces y económicos. En algunos momentos se dijo incluso que era mejor que el de gasolina.
Sin embargo, apunta que «los servicios de transporte público alternativos que servían no ya a pueblos, sino a ciudades intermedias han ido en declive. Ahora se le ha dicho al agricultor que va a pagar más porque tiene el coche más contaminante y que va a tener que retirar su vehículo en diez años. Desde los pueblos se llega entonces a la conclusión de que es una medida buena para todos pero los que pagan el coste son ellos », concluye.
«Lo que está sucediendo en el campo español y en el medio rural tiene muy poco que ver con lo que este gimoteo impostado e hipócrita presume de que le preocupa y pretende que creamos que aspira a resolver. Lo de la España vaciada no es una preocupación rural, sino de urbanitas, de la capital. Como tal empezó y como tal progresa convertida en la nueva causa de los buenos universales . ¡Pobres tierras vacías, debemos llenarlas...de palabrería!», expresa tajante el periodista y escritor Antonio Pérez Henares que culpa –además de a políticos– a periodistas y columnistas de «caer en la moda de irse a los pueblos a hacer entrevistas y ‘selfies’ con los que allí quedan». En opinión de Daniel Gascón, existe en la prensa « un tic en buscar lo pintoresco en lo rural . El mundo del clic nos juega malas pasadas y muchas veces nos servimos de lo agrario y terminamos retratando de manera apresurada o sensacionalista las realidades del campo».
El editor en España de la revista Letras Libres prosigue que este redescubrimiento de lo rural surge en un contexto en el que la vida en el campo y en la ciudad están cada vez menos alejadas : «Me llama la atención que ahora la tendencia sea pensar el entorno rural como algo exótico . Muchas veces, ese contraste está exagerado. Cuando de niño pasaba temporadas en el pueblo, allá por los noventa, sí que había diferencias más acusadas: en algunos pequeños municipios el periódico llegaba al día siguiente y en muchos no había cine, ni hablamos de internet...Ahora te vas a cualquier pueblo y lo que antes era un hostal, ahora es el spa», apunta.
Filón para las editoriales
Este periodista opina que gran parte de los problemas del fenómeno de la despoblación no están bien descritos: «Hay algunos alcaldes que ya hablan de algo así como ‘La España que no importa’ , refiriéndose a las ciudades medias, a esas capitales de provincia donde es importante que se mantenga la oferta laboral y los servicios de escuelas u hospitales… Eso, por ejemplo, no lo vemos y antes construimos una especie de ‘ pueblo inventado español ’ en nuestra cabeza. No se puede reducir todo a un estereotipo, no tiene sentido. La visión romántica de lo rural nos impide ver los verdaderos problemas, pero también las verdaderas virtudes», zanja. La realidad es que son muchos los sellos editoriales atraídos por argumentos de temática similar en los que se mira lo rural desde la nostalgia. Las librerías de los últimos años están repletas de títulos como ‘Los asquerosos’, ‘El viento derruido. La España rural que se desvanece’ o ‘La España del silencio’, por mencionar algunos de los más vendidos. Pero tampoco son pocas las novelas que incluso se sirven del término acuñado por Del Molino como ‘Rutas por la España vaciada’.
«La visión romántica de lo rural nos impide ver los verdaderos problemas, pero también las verdaderas virtudes»
Desde Turner, la editorial que supo entrever el potencial de ventas del libro con el que empezó todo, explican que «a ‘La España vacía’ no le podían pedir más, puesto que a lo máximo que puede aspirar un ensayo es a contribuir en el debate de ideas sobre la realidad que nos rodea». Fernanda Febres-Cordero, editora de Turner, cuenta que «aunque ya había muchos textos sobre despoblación y crecimiento en las ciudades, es mérito de Sergio del Molino haber dado con el tono que conecta con la gente . El tema estaba latente. El libro en sí no es un manifiesto, pero añadiéndole una sílaba se ha convertido en una herramienta de lucha. Que haya tantos autores que estén escribiendo ahora sobre la España vacía solo es un reflejo de su acierto».
Al ‘hipster’ de Gascón, como él mismo dice, le pasaba un poco como a don Quijote : «Los fines que persigue pueden ser positivos, pero los métodos que utiliza para lograrlos son discutibles y en el contexto en el que se aplican son disparatados . Los andamios ideológicos, las ideas que tenemos sobre el mundo, muchas veces no nos dejan verlo».