Empata a un Oscar con Bardem
La actriz española ve reconocida su extraordinaria actuación en «Vicky Cristina Barcelona», de Woody Allen
El Oscar la eligió por fin. Penélope Cruz consiguió lo que ninguna otra actriz española había conseguido hasta ahora. Su personaje en «Vicky Cristina Barcelona», la película de Woody Allen, ha dado en el centro de esa diana, y aún hoy son muchos los que ... se preguntarán si daba para tanto el personaje y la interpretación de esta actriz en esta película. Rotundamente sí, y comienza aquí el recorrido que intenta explicar por qué: ...Y de repente entra Penélope Cruz en la escena, en esa maravillosa casa que comparte su ex marido, Javier Bardem, con su nueva novia, Scarlett Johansson, y en ese instante la película se despeña literalmente hacia arriba. Penélope Cruz es en «Vicky Cristina Barcelona» lo que una chincheta en una silla, lo que un chupito de orujo en un envase de colirio, lo que una blasfemia en mitad de una oración...
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Si los planes de Woody Allen eran que Penélope Cruz entrara en su película como un bolo en la bolera, hizo pleno: desde la primera vez que se vio la película, hace casi un año, en el último Festival de Cannes, olía el Oscar de Penélope como si le hubieran vaciado el tarro encima.
Un papel secundario que arrasa
Tenía la actriz las cartas precisas y la mejor jugada posible: un personaje secundario que arrasa con los principales. Ella no es ni Vicky, ni Cristina, ni Barcelona, es María Elena, una pintora que es una pintura en sí misma, y de todos los estilos y épocas: surrealista, expresionista, hiperrealista, cubista, abstracta, impresionista..., combina el trazo grueso de sí misma, el exceso, el puro grito, con la melancólica sutileza de su personaje: alguien incapaz de ser feliz, pero, al tiempo, completamente intolerante y agresiva con su infelicidad.
El cálculo de Woody Allen con el papel y la personalidad de esta actriz era arriesgadísimo y contenía ese atrevimiento que sólo se ve en los grandes cocineros: Penélope Cruz era el ingrediente fuerte y ácido (casi avinagrado) de su plato y también el que le daría el punto de gracia, el toque de sabor... Ni la entrada de Ilsa en el bar de Rick en «Casablanca» tiene la fuerza arrebatadora de María Elena en Barcelona. Algunos pensarán que es más fácil ganar un Oscar secundario que perder uno principal, que es lo que le ha ocurrido a Penélope Cruz con «Vicky Cristina Barcelona» y con «Volver» (que se quedó en la misma puerta), pero no será del todo cierto: si anoche el Oscar que ganó Penélope Cruz lo hubiera ganado Marisa Tomei por su escalofriante papel en «El luchador», esa aparente facilidad se hubiera convertido en el reverso de lo obvio y este Oscar secundario estaría en tan buenas manos como en las de la actriz española. Luego lo fácil, hasta que ocurre, está coloreado de circunstancia.
Por otra parte, ganar un Oscar con Woody Allen supone un mérito añadido, pues hay un cierto rechazo mutuo entre el muñeco y el cineasta. Y lo que ha de tener presente Penélope Cruz a partir de ahora es que la Academia te da un Oscar, el Oscar te da un prestigio, el prestigio te da un peso..., y el peso, o lo sueltas, o te quita ligereza, velocidad, frescura, vuelo, o sea posibilidades de meterte en la piel de personajes como éste de María Elena.
Los hilos de la madeja
Pero, al futuro de Penélope Cruz le ha precedido, claro, una breve pero intensa historia. Hasta colocar este Oscar en su estantería, la actriz de Alcobendas ha seguido todos los pasos pertinentes e incluso alguno impertinente. Por sacar aquí sólo uno de los posibles hilos de su madeja: Bigas Luna, con «Jamón, jamón», tiró de este hilo que luego recogió Fernando Trueba para «Belle Epoque», quien la puso en el escaparate del mundo pues la película ganó un Oscar, lo que le dio una idea a Pedro Almodóvar para que estuviera en su película «Carne trémula» y éste le pasó la hebra, sin duda definitiva, a Alejandro Amenábar para «Abre los ojos», que fue quien alertó de la existencia de Penélope Cruz a Tom Cruise para ese impotable «remake» de esta película, titulada «Vanilla Sky», aunque entre una y otra versión hiciera «La niña de tus ojos» (película por la que, de haberlo sabido los académicos de Hollywood, también le hubieran dado gustosamente un Oscar, pues está inconmensurable) y «Todo sobre mi madre».
Desde que se instaló en Hollywood, hace casi diez años, su papel en el cine ha sido un tanto satinado y ha venido mezclada su obra con las cosas del querer. No obstante, es en este último periodo hollywoodiense cuando ha protagonizado algunos de sus más grandes papeles dentro del cine «europeo», como el que hizo en la película italiana «No te muevas» (2003), de Sergio Castellito, en lo que tal vez es su trabajo más descarnado y marginal; o en «Volver» (2006), de Pedro Almodóvar, que también le permitió ver la gala de los Oscar desde los lugares de privilegio de los candidatos, aunque desgraciadamente para ella era el año en que estaba cantado que ganaría Helen Mirren en su papel de Reina de Inglaterra («The Queen»), y en 2008 sorprendió en «The Elegy», una apasionado y emocional drama romántico dirigido por Isabel Coixet.
Y, en fin, el Oscar no le quemará tanto hoy en las manos como la sensación de «volver a empezar» que tendrá dentro de apenas unas semanas, cuando le llegue su próximo gran examen: la película de Almodóvar «Los abrazos rotos», la primera del resto de su vida de actriz oscarizada.
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