Duelo de Titanes
Hay que reconocer que entre los éxitos de la actual dirección artística del Teatro Real se encuentra la programación regular de las óperas de Janácek, uno de los grandes autores del siglo XX, escuchado en Madrid de forma esporádica... aunque brillante. Los espectadores con edad ... suficiente y verdadera afición tendrán fresca, por ejemplo, la puesta en escena, en 1993, de la primera «Jenufa» madrileña, una referencia por la alta intensidad emocional que impuso Leonie Rysanek, en la despedida del papel de la sacristana. Llega ahora la segunda «Jenufa», estrenada el viernes en el Real, en una producción que también hará historia pues tiene todo a su favor para emular aquella hazaña y, a poco, para superarla.
De momento cuenta con un primer reparto de impresionante consistencia. En él está Deborah Polaski, por seguir con la madrastra, alguien que sólo necesita salir a escena y mirar de lado para llamar la atención. Luego, además, canta, y matiza, actúa y dice. El monólogo del segundo acto, el suplicante dúo con Steva o la contenida conversación con Jenufa son referencia de una interpretación flexible, enérgica y contundente. Amanda Roocroft da la réplica, pues su Jenufa transita desde lo comedido, cuando todavía la orquesta alcanza a taparla, hasta lo desgarrado, siempre con calidad y emoción, lo que explica el carácter poliédrico de una interpretación soberbia.
La pareja de hombres tiene en Nikolai Schukoff un Steva con mordente y planta, aunque es Miroslav Dvorsky quien acaba por redondear el cuarteto al hacer de Laca un personaje que pisa fuerte, pletórico de facultades y personalidad. Muy notable es la abuela Mette Ejsing y de gran solidez el capataz Károly Szemerédy, un punto cohibido en la gesticulación. De manera que todos reunidos, al lado de un buen plantel de comprimarios, dan forma a esta historia de intolerancia, celos, remordimientos, prejuicios y miedos. Así, al menos, se ve ahora a «Jenufa», prefiriendo que las puestas en escena resalten la tensión afectiva entre los personajes a la recreación naturalista de la sofocante sociedad rural y morava en la que transcurren los hechos.
Así sucede en el Real, gracias a la puesta en escena dirigida por Stéphane Braunschweig y a su escenario robusto, muy bien iluminado y precisamente ordenado. Una vez más se impone la fuerza de lo sintético, unas grandes paredes que ordenan el espacio, las entradas y salidas, y apenas apuntan a algún símbolo, ya sea la cruz de una imaginada iglesia, ya las aspas de un molino enterrado que surgen del suelo como si de una implacable sierra se tratara. Porque algo de chirriante tiene este objeto que en su esporádico girar acentúa la milagrosa y metafórica orquestación de Janàcek, aquí hábilmente templada por el maestro Ivor Bolton. Lo mejor de su trabajo, al menos el viernes, fue la capacidad para mantener la obra, para llevar a los cantantes y para encontrarle recodos a un partitura de muchas aristas. Fue muy notable el esfuerzo que hizo por implicar a la Orquesta Titular del Teatro Real, a veces algo remisa a sonar con la pujante calidad que merece un producción como esta. Nada menos que un hito a reconocer.
«Jenufa»
Autor: Leos Jánacek Int.: M. Dvorský, N. Shukoff, D. Polaski, A. Roocroft, Coro y Orq. Titular del Teatro Real. Dir. escena y escenógrafo: Stéphane Braunschweig. Dir. musical: Ivor Bolton. Lugar: Teatro Real. Fecha: 4-XII
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