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Leonardo Padura, veinte años después

El editor español del premio Princesa de Asturias de las Letras rememora dos decadas de creación del autor cubano

Leonardo Padura, veinte años después afp

Juan cerezo

Leonardo Padura cuenta que uno de sus hitos iniciales como escritor fue ganar en un lejano 1995 el Premio Café de Gijón con Máscaras, porque con ello encontró editor en España. Visto desde la distancia de los veinte años transcurridos, aquel Café de Gijón fue una ocasión muy feliz también para Tusquets Editores porque, gracias a que formaba parte de su jurado Cristina Fernández Cubas, a nuestra editorial llegó una recomendación providencial, que acabó en la publicación de su primera novela en nuestro catálogo. Ahí nació una prolongada relación que hasta hoy se ha mantenido cómplice y repleta de satisfacciones, pues no es habitual asistir a una trayectoria literaria tan ascendente e imparable como la suya. Algunos mostraron extrañeza inicial en los noventa por una serie policiaca situada en el Caribe y protagonizada por un policía a punto de dejar el cargo llamado Mario Conde («el honesto», como dice el librero Paco Camarasa).

Eran prejuicios que cayeron ante lo irresistible de su lectura, porque la Serie Mario Conde reflejaba una Habana desconocida y descubría a un narrador inspirado, en el que confluían los misterios de Chandler y la camaradería y los «banquetes» de Vázquez Montalbán, la inteligencia de Hammet y el compromiso testimonial de Sciascia. No cabía duda de que, tras esas novelas de género, latían el talento y la ambición de un gran narrador, dispuesto a bucear en la historia para explicarse su país y su generación, como suele ser el destino de los buenos novelistas. Nos entregó entonces La novela de mi vida, en el que la ingrata peripecia del poeta nacional, José María Heredia, exiliado y maldito, se reflejaba en los destierros en un grupo de amigos del presente (Laurent Cantet vio enseguida lo que tenía de emotiva pieza de cámara ese reencuentro).

Con «El hombre que amaba los perros», su consagración internacional, esa estructura telescópica partía de un personaje del presente y proyectaba en el asesinato de Trotsky el fracaso de una utopía, las mentiras de la historia oficial. En «Herejes» las peripecias apasionantes de tres rebeldes y heterodoxos se concatenaban en torno a un cuadro de Rembrandt.

Así, desde los misterios policiacos locales hasta esta personal trilogía sobre la disidencia y la libertad individual de alcance universal, en estos veinte años Leonardo Padura ha demostrado que nada como la novela para explicarnos nuestro lugar en el mundo y en la Historia. Nada como la novela para seguir contando los grandes temas.

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