Hoteles con jardín, paraísos terrenales

Podría decirse que el hotel Finca Cortesín es inabarcable. La vista no alcanza a contemplar las dimensiones de este gran establecimiento de la costa malagueña, y sus jardines tienen mucho que ver en dicho tamaño. Diseñados por Gerald Huggan, ocupan una superficie de 23.000 metros cuadrados. En ellos se hallan especies de los cinco continentes, con protagonismo de autóctonas y subtropicales. Se admiran olivos, palmeras, lentiscos, algarrobos, madroños, palo borracho −procedente de Brasil- y también acacias africanas. El jazmín, la dama de noche, el mirto, el romero y la lavanda son responsables del perfume tan especial que lo envuelve.

Sin abandonar Málaga, La Cañada del Sacristán es un cortijo del siglo XIX situado en una finca de siete hectáreas de cultivo ecológico de olivar y monte mediterráneo, ahora en flor. Las vistas, el entorno y la atmósfera suponen, por tanto, un bálsamo y una recarga automática de energía.

Los responsables del Asia Gardens afirman que el objetivo fue diseñar «un jardín con hotel, y no un hotel con jardín». Más de cien mil árboles y especies procedentes de diferentes rincones de Asia conforman, efectivamente, un exuberante vergel de más de 3.000 metros cuadrados. No faltan lagos, cascadas, piscinas, peces, ranas, libélulas… El símbolo del establecimiento es un espectacular ejemplar de Macrobonsai Pinus Pentphylla, traído desde Saitama Ken, en Japón, y con casi 200 años de edad, que consiguió aclimatarse. Flores, arbustos, más de 10.000 metros cuadrados de césped… Llaman la atención árboles como el pie de elefante, con un perímetro de tronco superior al metro y medio.

En Valencia, en el interior del Westin Valencia se esconde un agradable oasis. Desarrollado por los paisajistas Rafael Narbona y Lorena Villalba, siguiendo el modelo de un jardín valenciano clásico acorde con el estilo del edificio, diseñado en 1917, su frescura se debe al elevado número de plantas autóctonas.

El Hostal de la Gavina se encuentra en una pequeña península rodeada por el mar Mediterráneo en la exclusiva villa de S’Agaró. Hacia el oeste se contempla la bahía de Sant Pol, y en el noroeste, la playa de Sa Conca. Construido respetando el entorno natural de la Costa Brava, ocupa una finca de cuidados jardines, de 2.200 metros cuadrados, con acceso directo al histórico Camino de Ronda, recorrido idóneo para pasear.

El silencio y la finca de 130 hectáreas con un colorido y aroma únicos son razones de peso para que la llegada a Castell Son Claret resulte embriagadora. Entre la gran variedad de árboles cabe destacar dos robustos olivos de 200 años de antigüedad. Sin pasar por alto la extensa vegetación típica de la isla de Mallorca, como almendros, olivos y naranjos, combinados con bergamotas, vetiver, jazmín, cilantro, rosas y hierbas autóctonas que crean un perfume a medida que lo invade todo. Es, en definitiva, una idílica escena primaveral enmarcada por la sierra de Tramontana.