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La larga guerra del siglo xx (I)

Así empezó la Gran Guerra

El asesinato del heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 no tenía necesariamente que haber acabado en un conflicto armado

VÍCTOR JAVIER GARCÍA MOLINA

La Crisis de Julio, que convulsionó a todas las cancillerías europeas, tenía visos de poder ser resuelta de forma pacífica, sin embargo el ultimátum lanzado a Serbia el 23 de julio de 1914 por el gobierno austrohúngaro —sostenido y autorizado por Alemania— desencadenó una cascada de movilizaciones de los diferentes ejércitos de las naciones el liza, que empujaron de manera gradual y sin remisión a los países a la lucha.

- 28 de junio. Terroristas serbios asesinan al archiduque Franciso Fernando y a su esposa en Sarajevo. Austria-Hungría acusa a Serbia de ser la instigadora del atentado.

- 23 de julio. Austria-Hungría lanza un ultimátum sobre Serbia.

- 25 de julio. Serbia acepta todas las condiciones del ultimátum salvo la cláusula sexta, que produciría de facto la pérdida de la soberanía nacional. El ejército serbio se moviliza.

- 28 de julio. Apoyada por Alemania, Austria-Hungría rompe relaciones con Serbia y declara la guerra.

- 29 de julio. Unidades navales austrohúngaras bombardean Belgrado desde el Danubio. Movilización del ejército ruso. La orden es revocada tras un telegrama personal del káiser Guillermo al zar Nicolás. La flota británica se dirige hacia sus bases de guerra.

- 30 de julio. Rusia moviliza de nuevo sus fuerzas contra Austria-Hungría en defensa de Serbia.

- 31 de julio. Ultimátum alemán a Rusia. La marina de guerra alemana se pone en estado de alerta. Movilización austrohúngara.

- 1 de agosto. Movilización total alemana y francesa. Alemania declara la guerra a Rusia.

- 2 de agosto. Alemania invade Luxemburgo y da un ultimátum a Bélgica.

- 3 de agosto. El gobierno belga rechaza las demandas alemanas de libre paso de sus tropas y la ocupación de sus principales fortalezas. Alemania declara la guerra a Francia. Movilización del ejército británico.

- 4 de agosto. Tropas germanas invaden Bélgica. Gran Bretaña declara la guerra a Alemania en defensa de la neutralidad belga.

- 6 de agosto. Austria-Hungría declara la guerra a Rusia.

Marea de entusiasmo

La inmensa mayoría de la población de todos los países vivió con entusiasmo la declaración de guerra; los jóvenes europeos acogieron como una especie de aventura el inicio de la Gran Guerra, Aunque hubo voces que se alzaron en contra del conflicto, ni el internacionalismo obrero, tan poderoso en aquel momento, fue capaz de frenar la marea de entusiasmo bélico. «Para casa antes de que caigan las primeras hojas», la guerra iba a ser corta, liberalizadora, era una causa justa, el enemigo secular sería derrotado, y la nación, fuese cual fuese, se vería engrandecida, ocupando el lugar que por historia le correspondía o con su integridad nacional resuelta… Todos los países —salvo quizás el Reino Unido— entraron en guerra con la idea de que ésta permitiría de una vez alcanzar la plenitud máxima de la nación.

Eoísmo sagrado.

El término el egoísmo sagrado» definiría más tarde y muy claramente la idea principal que subyacía detrás del conflicto. El militarismo germano, la necesidad de preservar el imperio de las tensiones nacionalistas internas en el caso de Austria-Hungría, la recuperación de Alsacia y Lorena para Francia, el paneslavismo serbio alentado desde Rusia, la carrera de armamentos, las tensiones derivadas del colonialismo y el reparto de África…, muchas fueron las razones que empujaron a un país u otro hacia el conflicto, pero en todos ellos persistía la idea de que, rodeados de enemigos, sólo su causa era la justa.

Así, los jóvenes, en columnas de miles de uniformes grises, azules, rojos, marrones…, marcharon juntos hacia la «liberación», confiados en retornar pronto a sus hogares como héroes. Les esperaban cuatro años de horror y carnicería, de gases tóxicos y trincheras, de bombardeos inmisericordes y padecimientos atroces, de millones de muertos en una contienda en la que Europa se devoró a si misma.

La Paz de Versalles de 1919 cerró falsamente el conflicto. Nuevos agentes —y más terribles— entrarían en escena, la era de los totalitarismos estaba a la vuelta de la esquina. Apenas veinte años después, Europa estaba en guerra de nuevo consigo misma. Pero esta vez ya nadie marcharía con entusiasmo a la guerra.

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