Cómo se rompió el frente ruso

No fue así; los caucasianos y los siberianos no aceptaban el combate, tiraban las armas, abandonaban los depósitos de municiones y de material de guerra, marchaban hacia la frontera de Galitzia, sin aguardar siquiera a que les obligase el enemigo. Y aquellos que sentían demasiado la fatiga de la marcha se sentaban al borde del camino, en espera de que les hicieran prisioneros.

No hubo en los rusos ni pánico ni desbandada: solamente la firme resolución de no combatir y, contra ella, nada había podido la elocuencia de Kerensky, que pocos días antes de la ofensiva alemana estuvo visitando sus posiciones desde la región de Brzezany hasta la de Brody, ni nada habían logrado los fusilamientos por centenares ordenados por los generales rusos para ver si el miedo obraba como reactivo. Los prisioneros dicen bien terminantemente que la guerra ha terminado para Rusia, y que no habrá nadie que reavive el espíritu bélico en el soldado ruso, que sólo aspira a volver a su aldea, a su casa, cerca de los suyos.

Se iban los rusos de Galitzia, más que forzados, voluntariamente; se iban sin rencor hacia su adversario, sin considerarse vencidos, obedeciendo tan sólo a la convicción de que ha llegado el momento de deponer las armas, de volver a la Patria, dejando las tierras ajenas que ocuparon. Así podemos interpretar que las aldeas y los campos cercanos al frente no hayan sido quemadas, ni arrasados [...]