un año sin mingote
Isabel Vigiola: «Me falta el mejor amigo»
La viuda del genial dibujante explica a ABC cómo habita con su ausencia y cómo le echa de menos, mientras descubre muchos tesoros del pasado por toda la casa
Año I sin Mingote, pero Isabel, el alma, el amor de Antonio Mingote, la mujer que ha compartido con el genio medio siglo de su vida, no deja de hablar cada noche con él. Nos abre las puertas de su casa el Miércoles Santo, cuando ... se cumplía un año del día -27 de marzo de 2012- en el que Antonio Mingote ingresó en el Hospital del que nunca ya volvería a su casa. Isabel se sienta en la mesa del despacho de Antonio. Isabel abraza sus bocetos, acaricia sus lápices, dialoga con sus cuadernos de bitácora. Cada día que pasa está más enamorada que nunca de Antonio. Ha aprendido a admirarle cada vez más. Isabel no quería separarse ni un segundo de Antonio. No quería que lo ingresaran. "El cardiólogo -nos explica-, que le atendió muy bien, me dijo que Antonio necesitaba una revisión, etc… y yo le dije que me lo llevaba a casa, abría el gas y nos moríamos juntos, pero de casa no salía. Y me organizaron un pequeño hospital en casa".
Ese día, 27 de marzo de 2012, Isabel estaba con gripe, y cuando a las ocho de la mañana se llevaron a Antonio camino del hospital, él preguntó a su amor: "¿Tú no vienes?". Isabel le dijo que le acompañaría Jesús, hermano de ella, y que en el hospital le esperaba el hijo de Antonio, Carlos. "Él insistió, yo le repetí que le podía contagiar la gripe, y él me dijo: "Pues nos quedamos los dos aquí malitos, ¡pero no me voy!" Hasta que le convencí. Al rato, me llamaron del hospital y me comunicaron que Antonio tenía pulmonía y que lo tenían que dejar allí. Yo no quería dejarlo, pero Antonio tenía una fiebre enorme que había que controlar, etc… Antonio tampoco se quería quedar, y al día siguiente lo último que me dijo fue: “Sácame de aquí“. Luego, entró en coma y así estuvo hasta que falleció el 3 de abril. En el Gregorio Marañón se portaron maravillosamente, pero yo quería que estuviera en su casa".
Durante este año, Isabel Vigiola no ha tomado nada para poder dormir. Se ha dedicado en cuerpo y alma a Antonio, rescatando las innúmeras libretillas, blogs, cuadernos... que Mingote arrinconaba o guardaba en cualquier cajón, mesilla; ordenando dibujos, bocetos, cuadros, la obra esplendorosa e infinita de un genio. “Amigos médicos de toda la vida me recomendaron algo para la depresión, pero yo les decía que no, porque ¡cómo iba a tomar una cosa para estar contenta…! -confiesa a ABC-. No estoy loca ni deprimida, estoy como tengo que estar, o sea muy triste. Y ahora estoy igual, pero más resignada, y razonando que Antonio tenía noventa y tres años. Y que han sido cuarenta y seis años maravillosos, pero que tenía que ocurrir. Yo me llevaba once años con él. Recuerdo una entrevista que me hizo Encarna Sánchez, que era tan feminista, y cuando ella mencionaba que yo había sido secretaria de Edgard Neville y secretaria de dirección de sus películas, que yo había escrito cosas, me preguntó si yo había sacrificado toda mi vida por Antonio, si él me había frustrado. Yo le dijo que no, que yo hice lo que quería. Y le respondí que si yo hubiera tenido el talento o hubiera querido ser Pilar Miró, como ejemplo en la dirección de películas, nadie me lo habría impedido. Y que al vivir al lado de un talento reconocido no he querido más que dedicarme a él. No quise otra cosa. Y he sido muy feliz. En otra reunión de amigas, recuerdo que les comenté que Antonio me llevaba once años, y que yo si pudiera le daba cinco y medio a él para morirnos a la vez. Me tildaron de loca o idiota. Y era verdad que yo le hubiera dado cinco años y medio".
Muchas veces hablando de la muerte Isabel y Antonio comentaban precisamente que les hubiera gustado morirse los dos a la vez, por ejemplo, en un avión. "Y luego me acordaba de una frase de Tono, muy graciosa, en la que decía que morirse en un avión es una faena, porque el resto de los pasajeros no querrían morirse".
Isabel Vigiola vive con Antonio Mingote. Está llevando bien su ausencia porque vive con él. El otro día alguien le preguntó a Isabel si había perdido al hijo o al marido. "Y yo le contesté que he perdido al hijo, al padre, al marido, y sobre todo he perdido al amigo. Es muy difícil que en una pareja tu mejor amigo sea tu marido. El otro día vi en la televisión un reportaje sobre el poeta Jaime Gil de Biedma, y me dio una pena enorme no poder hablar con Antonio de poesía, por ejemplo, de las cosas que veo, comentar con él lo que está ocurriendo. Echo mucho de menos al amigo, y con el marido el amor y la pasión fueron maravillosos, pero ahora me falta el mejor amigo. Sigo tratando a gente importante, divertida, encantadora conmigo, he tenido la suerte de convivir con Tono, Mihura, Edgard... y quiero ser justa y nada vanidosa con respecto a Antonio, pero nadie vale lo que valía Antonio, nadie sabe lo que sabía Antonio, nadie era tan equilibrado, tan justo como Antonio. Y, claro, echo mucho de menos no hablar con él. Pero él vivió muy bien sus 93 años hasta los últimos días, nunca supo que estuvo enfermo, jamás, y tengo que resignarme. No voy a pedir un milagro para mí“.
Con la ayuda inextinguible de su sobrina Chus Tristancho, y de José Antonio el “ahijadito“ de Antonio, Isabel tiene la suerte de haberse encontrado con dos “hijos maravillosos. A veces me abruman los dos trabajando hasta las tantas en las carpetas de Antonio, sacándome cosas de Antonio anteriores a 1966, fecha en la que yo empecé a archivarlo y guardarlo todo. Y estas cosas son un verdadero tesoro, que estamos descubriendo y volviendo a vivir otra etapa con él. Estoy más enamorada de Antonio que nunca. Y le admiro más que antes".
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