Europa pone en el cielo a Sentinel-1D, el satélite que ve a través de las nubes y la noche
El satélite de observación de la Tierra ha despegado puntual a las 18.03 hora local desde el puerto espacial europeo en Kourou
De catástrofes a barcos piratas: el ojo espacial que todo lo ve
La cita con los que serán los nuevos 'ojos' que vigilarán la Tierra estaba fijada a las 18.02 hora local de Kourou, la ciudad de la Guayana Francesa que alberga desde hace décadas el puerto espacial europeo. Desde allí comenzaría su viaje Sentinel-1D, ... el nuevo satélite de la Agencia Espacial Europea (ESA) que es capaz de observar tanto de día como de noche, a través de las nubes o incluso de las peores tormentas. Su misión es tan polivalente que va desde monitorizar el deshielo en los polos o ser testigo de las consecuencias de los incendios en los bosques, hasta detectar variaciones milimétricas en el terreno provocadas por terremotos e incluso reconocer posibles barcos 'pirata' modernos. Un sistema pionero en el mundo que es la base del Programa Copernicus, el proyecto más ambicioso (y exitoso) de observación de la Tierra creado por la Comisión Europea allá por 2014.
La expectación era palpable en el Centro Espacial Guayanés (CSG, por sus siglas en inglés). Centenares de personas llegaron horas antes del despegue a este enclave en medio de la selva para ser testigos del lanzamiento. No solo venían por el nuevo centinela; también querían ver despegar al flamante Ariane 6, el nuevo cohete del viejo continente que registraba su cuarto vuelo desde que fuera inaugurado hace algo más de un año –momento en el que firmó el fin de la llamada 'crisis de los lanzadores', una situación que puso en un serio brete al viejo continente, que dependió durante más de un año de los cohetes de otros para acceder al espacio-.
Un ambiente parecido, si bien mucho más sofocante que en el CSG (en la Guayana Francesa ahora es primavera y la humedad supera el 80%), se respiraba en el punto de observación de Toucan, una de las dos plataformas exteriores preparadas para albergar a los espectadores de los lanzamientos. Situada a tan solo 8 kilómetros del lugar de despegue, el bullicio de un centenar de personas llenaba el recinto.
Francés, inglés... y coreano
Aunque toda clase de lenguas se mezclaban entre los asistentes -con predominio de la lengua local, el francés, seguido de cerca por el inglés y no muy lejos del italiano y el español-, llamaba la atención un grupo de coreanos sentados en primera fila delante de la pantalla habilitada para retransmitir el despegue. Su nacionalidad se adivinaba por banderas bordadas en sus camisetas o la leyenda 'Team Korea' en las gafas de un par de ellos. «Estamos aquí porque a finales de mes lanzamos nuestro satélite», dice una de las integrantes del grupo, quien forma parte del equipo de diseño del KOMPSAT-7, que proporcionará imágenes de alta resolución de la Tierra para la monitorización de catástrofes y desastres naturales. «Será en otro cohete más pequeño, pero queríamos ver volar este».
Su preciada carga volará en un Vega-C, el hermano menor del Ariane 6, diseñado para pequeños satélites y viajes más cortos. Porque el espacio se ha convertido en un lugar colaborativo y también un nuevo nicho de mercado; así que estos cohetes no son solo utilizados en las misiones de la ESA, sino que también lo usan -tras acuerdos de colaboración o por un módico precio- otras agencias y compañías que quieran enviar su cargamento al espacio en un confiable cohete europeo.
«Tres, dos, uno… ¡Despegue!»
A dos minutos del lanzamiento, el silencio se adueña de las instalaciones. Predomina entonces la retransmisión de la sala de control, una pecera de cristal en la que se afanan medio centenar de ingenieros en los últimos preparativos antes de ver volar al Ariane 6 y que se destruya en el espacio (este, al menos de momento, no es un cohete reutilizable y sus partes o caen al Océano Atlántico o se desintegran con el roce de la atmósfera). Puntual, a las 18.02 y sobre todo el murmullo de Kourou, se escuchan las palabras 'mágicas' para todos los asistentes.
«Tres, dos, uno… ¡Despegue!», se escucha la voz serena pero firme de Jean-Frederic Alasa, director de lanzamiento del CNES, y el único que no contiene la respiración. Este ingeniero espacial guayanés (la tradición manda que preferentemente sea un local el encargado de comandar el despegue de los cohetes que salen desde el puerto espacial europeo) es el responsable en última instancia de dar el visto bueno final al despegue que sale, como acostumbran los Ariane, lo más parecido a la perfección posible (algo que últimamente en el espacio no suele abundar en beneficio de 'equivócate mucho y aprende rápido' que predican las emergentes empresas espaciales).
La visión del fuego bajo el cohete llega primero que el ensordecedor ruido, que solo se escucha una vez el lanzador está en el aire. Solo unos minutos después, y tras la separación de los propulsores laterales, a la vista se pierde el Ariane 6, que sigue su camino a colocar en órbita al Sentinel-1D.
Vuelo «nominal»
La telemetría señala en cada momento «un vuelo nominal», o lo que es lo mismo, que todo va según lo planeado. «He participado en cuatro lanzamientos y cada uno lo vivo como el primero. Apenas he dormido una hora», explicaba a ABC horas antes Ramón Torres Cuesta, jefe en la ESA del Proyecto Sentinel-1, la primera de las series de los satélites Sentinel, que según la versión (de 1 hasta 6) observan versiones distintas de nuestro mismo planeta: en radar (como los 1), espectro visible o incluso rastreando la temperatura de los océanos o el estado del hielo de los polos. «En ese cohete va el trabajo de mucha gente durante muchos años. Es muy emocionante».
El primero de la serie fue el Sentinel-1A, lanzado en abril de 2014, seguido por Sentinel-1B en 2016. La misión de Sentinel-1B finalizó en agosto de 2022 tras sufrir una fallo técnico que le impidió adquirir datos. El satélite fue desorbitado con éxito. Sentinel-1C fue lanzado en diciembre de 2024 para reemplazar a Sentinel-1B. El que se alzó hoy sobre los cielos de Kourou, el Sentinel-1D, es gemelo de su antecesor y ambos poseen tecnología a su radar de apertura sintética (SAR) de banda C que les permite observar la superficie terrestre de día y de noche, sin importar las condiciones meteorológicas. Esto significa que pueden operar durante tormentas, lluvias intensas o incluso cuando el cielo está completamente cubierto. Las imágenes obtenidas son clave para vigilar inundaciones, desplazamientos de tierra, incendios forestales, deshielos y vertidos en el mar, entre otros fenómenos.
Ambos satélites están equipados con instrumentos de identificación automática (AIS) que permiten detectar y seguir embarcaciones en los océanos. Gracias a esta capacidad, se podrá mejorar la vigilancia del tráfico marítimo, prevenir colisiones y combatir la pesca ilegal o los temidos piratas, que lejos de la literatura de aventuras, provocan pérdidas millonarias. Además, Sentinel-1D cuenta con compatibilidad con el sistema de navegación Galileo, el GPS europeo, y con otros sistemas globales de posicionamiento. Esto garantizará mediciones más precisas y confiables.
Además, el programa Copernicus, que engloba a todos los Sentinel y mantiene una política de datos abiertos y gratuitos, lo que permite que gobiernos, empresas, universidades y ciudadanos tengan acceso libre a la información obtenida por los satélites. Esto es: cualquiera puede acceder a los datos de esos ojos que nunca parpadean y ocurrirá lo mismo con la información que a partir de abril proporcione Sentinel-1D.
La llegada del nuevo centinela
La tensión se mantiene más allá del despegue, porque aún no está todo hecho: el Ariane 6 tiene que separarse de su segunda etapa, la cofia del cohete abrirse y que salga el Sentinel-1D de donde se encapsuló hace días para después desplegar la antena que que comunicará por primera vez desde el espacio con la torre de control. A los 34 minutos, Alasa confirma que hay «adquisición de señal», las palabras que tranquilizan a todo el equipo. En ese momento, los centros que coordinan el lanzamiento (además de Kourou otros cinco repartidos por todo el mundo han seguido el recorrido del Ariane 6 y de su preciada carga) estallan en aplausos y abrazos. Ahora sí se puede decir que el trabajo está hecho.
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Al menos para los encargados del cohete. Ahora es el turno de los ingenieros de Sentinel-1D, que cordinarán las labores del despliegue completo sus instrumentos y sus paneles solares, vitales para que funcione correctamente durante la década que le queda por delante. El siguiente hito llegará en apenas unos días, cuando el nuevo centinela envíe su primera imagen, dando cuenta de que los nuevos ojos europeos que vigilan desde el espacio están preparados para cumplir su cometido.
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