«Nos hemos quedado tuertos en Marte»
Un sensor del Curiosity fabricado en España resultó dañado por el golpe de una piedra durante el aterrizaje, un escenario para el que no estaba preparado
j. de jorge
Una pequeña piedra de escasos milímetros ha podido ser la causante de que uno de los sensores de viento de la estación meteorológica REMS (Rover Environmental Monitoring Station), aportación española al Curiosity , haya quedado convertida en un conjunto de cables inservibles ... . El incidente se produjo cuando el rover, el más grande y sofisticado que la NASA haya enviado jamás a otro planeta, ponía sus ruedas en Marte el pasado 6 de agosto. Los científicos de la agencia espacial norteamericana habían previsto que el nuevo sistema de aterrizaje con grúa y retrocohetes levantara una gran nube de polvo, pero «no habían contado con las piedras y el instrumento no estaba protegido», explica a ABC.es Javier Martín Soler, ingeniero del equipo REMS del Centro de Astrobiología (CAB) en Torrejón de Ardoz (Madrid). El resultado son unos daños irreparables que «nos han dejado tuertos» en el Planeta rojo. Un segundo sensor de viento, gemelo del primero, se encuentra, por fortuna, en perfecto estado y puede seguir enviando datos, una información, eso sí, que los científicos tendrán que aprender a reinterpretar.
La estación meteorológica REMS , que ha costado 12 millones de euros, proporciona informes diarios sobre la presión atmosférica, la humedad, la radiación ultravioleta, la temperatura del aire y del suelo y la dirección y velocidad de los vientos en el entorno del vehículo explorador. Cuando el Curiosity se encontraba a medio camino de su viaje a Marte, los científicos comprobaron que todos los componentes de la estación se encontraban en perfecto estado, motivo por el que creen que el daño en el sensor se produjo en el aterrizaje. Además, como podía verse en las imágenes enviadas por el rover, el terreno está lleno de piedras.
Sin protección
Según explica Martín Soler, los ingenieros hicieron pruebas y calibraciones con entornos de polvo, ya que se sabía que los motores que suspendían la grúa que hizo descender al Curiosity iban a tener mucha fuerza a una distancia muy corta del suelo, lo que que removería el terreno, «pero no se sabía que iba a levantar piedrecitas pequeñas de 3 ó 5 milímetros». Fragilísimas, las placas electrónicas de sensor de un milímetro por un milímetro y con cables que son como un cabello humano , no soportaron el impacto. Están instaladas en lo que llaman «boom», unos pitorros que sobresalen de la torreta del rover. El ingeniero afirma que intentaron colocar una protección a los sensores , fabricados en la Universidad Politécnica de Cataluña, pero la idea fue finalmente rechazada para cumplir con las estrictas condiciones impuestas por la NASA para la estación meteorológica, entre ellas el peso, 3,1 kilos, «muy poco para todo lo que lleva».
La falta del sensor hará trabajar aún más a los miembros del equipo. Para empezar, van a tener que aprender a interpretar los datos que reciben del gemelo que ha sobrevivido , ya que «no podrá hacer las mediciones correctamente si el viento llega por detrás, alrededor del mástil del Curiosity», señala el ingeniero. «Después de tanto tiempo de trabajo y de hacer algo tan complicado, es un contratiempo -reconoce Martín Soler-, pero todo lo demás funciona perfectamente. El ánimo no ha decaído. Todavía podremos obtener buenos datos».
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