Indonesia recuerda a las víctimas de los atentados de Bali
Se cumplen diez años del salvaje ataque suicida contra esta turística isla que dejó 202 muertos, la mayoría jóvenes australianos
pablo m. díez
En medio de la calle de los bares de Kuta, la capital de Bali, una gran placa de mármol negro recuerda los nombres y las nacionalidades de los 202 muertos que dejaron los atentados islamistas hace justo diez años. Para honrar a las víctimas en ... el décimo aniversario de tan salvaje ataque, muchos de sus familiares se han reunido este viernes ante el mausoleo que preside la concurrida calle Legian de Kuta, donde el 12 de octubre de 2002 estallaron dos bombas que sembraron el horror en este paraíso turístico de Indonesia.
A las once de la noche (hora local), un terrorista suicida hizo detonar el artefacto que llevaba en su mochila dentro del Club Sari y, veinte segundos después, otro explotó una bomba mucho más potente en una furgoneta Mitsubishi blanca aparcada frente al Club Paddy´s. Además de los 202 muertos, en su mayoría jóvenes, el atentado dejaba 240 heridos dentro de la “yihad” emprendida por el grupo Jemaah Islamiyah (JI), el brazo de Al Qaida en el Sudeste Asiático que pretende instaurar un califato islámico en Indonesia, Malasia, Singapur, Brunei y el sur de Filipinas. Junto a los ataques del 11-S en Nueva York y Washington y el 11-M en Madrid, se trata del atentado más mortífero de la Historia.
“La pérdida nos llena de pena, pero también nos da fuerzas para combatir el terrorismo y cualquier otra actividad extremista”, declaró el gobernador de Bali, Made Mangku Pastika, quien investigó los atentados cuando era jefe de Policía de la isla. Junto a él, acudieron a la ceremonia la primera ministra de Australia, Julia Gillard, y el entonces jefe del Gobierno, John Howard, ya que 88 de los fallecidos eran de esa nacionalidad, 38 indonesios y siete americanos. “El 11 de septiembre, los terroristas atacaron los grandes símbolos del prestigio americano. Aquí en Bali atacaron a nuestra gente y, a través de ellos, buscaban derribar nuestros valores”, comparó Gillard, quien aseguró que “dicho ataque había fracasado a pesar del dolor que infligieron para siempre en estas calles”.
A través de su “Destacamento 88”, la Policía indonesia ha detenido desde entonces a más de 700 activistas, de los cuales 84 fueron arrestados el año pasado, y ha abatido a decenas de terroristas. Entre ellos figura Noordin Mohamed Top, que era el criminal más buscado del Sudeste Asiático y cayó en septiembre de 2009. Su antecesor como jefe militar de JI, Hambali, había sido detenido en Tailandia en 2003.
Aunque no ha habido atentados tan masivos como el de Bali, los ataques han aumentado y algunos de ellos se han cebado contra intereses occidentales en Indonesia. Destacan, especialmente, los suicidas que se inmolaron en los hoteles JW Marriott y Ritz Carlton de Yakarta y que, en total, dejaron 18 muertos en agosto de 2003 y julio de 2009, así como la furgoneta bomba colocada frente a la Embajada australiana en septiembre de 2004, que se cobró 11 vidas e hirió a 200 personas. Además, un triple ataque suicida golpeó de nuevo a los restaurantes de Bali en octubre de 2005, con el triste balance de 20 fallecidos.
Durante los dos últimos años, las fuerzas de seguridad indonesias, las autoridades locales, los cristianos y los grupos musulmanes moderados contrarios a las violencia han sufrido 15 ataques que han costado la vida a 10 policías.
La lucha contra el terrorismo en Indonesia alcanzó un punto de inflexión en 2010, cuando la Policía asaltó un campo de entrenamiento oculto en las montañas de Aceh, bastión radical al norte de la isla de Sumatra donde impera la “Sharía” (ley islámica). Allí fueron abatidos o detenidos un centenar de sospechosos, incluyendo uno de los cerebros de los atentados de Bali, Dulmatin, que cayó en la operación. Por su parte, el fundador de Jemaah Islamiyah, el clérigo radical Abu Bakar Bashir, también fue arrestado en dicha redada y luego condenado a 15 años de prisión.
Para impedir un nuevo ataque terrorista, la seguridad se ha reforzado durante las últimas semanas en Bali, donde unos 2.000 policías – incluyendo francotiradores – han protegido el homenaje a las víctimas de los atentados tras haber detectado “movimientos sospechosos” en las jornadas previas. Pero el peligro radical continúa acechando en Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo donde el 86 por ciento de sus 240 millones de habitantes profesan el islam.
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