El textil, deslumbre y realidad actual
POR ABEL VEIGA
En la década de los noventa y buena parte de la pasada la industria textil gallega deslumbró al mundo. Desbancó incluso a la industria catalana. Diseñadores de renombre y emergentes eclosionaron en un determinado momento. «Galicia moda» arrancó en los ochenta con un decidido impulso ... político pero sobre todo fuerte mentalidad empresarial de la mano de diseñadores de prestigio y tirón.
Proliferaron grandes y pequeñas empresas, también medianas, por todas partes dedicadas sobre todo a la confección y al género de punto. La moda gallega abrió su propio espacio, de calidad, de prestigio, de renombre, de diseño. Poco a poco, minoritariamente pero creciendo. Hace ahora una década el valor de producción del textil gallego rozaba los mil millones de euros, el cinco por ciento de su producción industrial. Polígonos industriales y parques empresariales no necesariamente en capitales de provincia, Lalín fue un claro ejemplo, tomaron el pulso de la actividad económica e industrial de comarcas enteras.
El gran espejo eran auténticos gigantes ya en aquel momento, como Caramelo y la hoy Inditex que empezaba ya su vertiginoso despegue expansivo no solo en España sino en el resto del mundo. Ahí estaban también Adolfo Domínguez, Roberto Verino, Pili Carrera, Kina Fernández, Purificación García, Toypes, Florentino, Pernas, Montoto, y un largo etcétera. La moda, la producción, la distribución, el pret a porter y unos diseños y calidades para todos los gustos hicieron el resto. Supieron subcontratar, supieron tecnificarse y ser muy, muy flexibles, fueron sensibles a la sociedad y sus diseños y quisieron sobre todo y por encima de todo, expandirse.
¿Qué queda hoy de todo aquello? Algunas de aquellas medianas empresas, que llegaron a emplear a centenares de trabajadores ya no existen, cerraron, concursaron o quebraron o se reconvirtieron. Las pequeñas han pagado también un alto coste por la durísima competencia sobre todo de China y la deslocalización en la producción hacia otras zonas, como Marruecos y el Magreb. La pérdida de empleo ha sido alta también. Los grandes modistos de referencia han atravesado también sus dificultades no solo financieras sino también de control de poder interno en sus propios grupos empresariales.
Hoy hay dos colosos, dos gigantes, de un lado Lonia textil, de otro, Inditex. No se resienten de la crisis, no lo parece. Siguen apostando por el crecimiento, por la expansión, por confeccionar un textil y una moda que se ajusta a todos los bolsillos. Su internacionalización lleva el nombre de Galicia, sin que eso suponga específicamente hablar de una moda o un estilo gallego.
Los mercados ya no discriminan de ese modo, ni tampoco genera un valor o un activo ya decisional. Menos en tiempos de crisis, donde la marca y su renombre es reconocida en el mercado y probablemente muchos consumidores finales desconozcan el origen o el domicilio social de estos gigantes de la moda.
Los pequeños sucumbieron sin embargo a las dificultades de exportar, a ser realidades empresariales familiares y cerradas pero no profesionalizadas, erraron en mercados objetivos y en el marketing y algunos bajaron mucho la calidad lo que les condenó también en la aceptación del mercado y el consumidor que cambió gustos, tendencias y preferencias.
Fue y pudo ser, pero no ha sido todo lo que se podía haber alcanzado. Hoy sobreviven quiénes se han innovados, flexibilizado e internacionalizado. Cientos cerraron. No sobrevivieron. Tampoco los empleos ni las comarcas.
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