Cristina Kirchner hace oídos sordos a los cacerolazos
La presidenta de Argentina dice, «Yo, nerviosa, no me voy a poner»
CARMEN DE CARLOS
Cristina Fernández de Kirchner no parece tener intención de tomar nota del sonoro regreso de las cacerolas. Mientras miles de argentinos se manifestaban anoche en las calles de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Bariloche, Tandil y otras ciudades del interior de Argentina, en repudio a ... su Gobierno, la presidenta respondía, desde la provincia de San Juan: «Yo, nerviosa, no me voy a poner. Que se queden tranquilos».
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«Se va acabar, se va acabar, la dictadura de la K», «Libertad, Libertad», o « No tenemos miedo » fueron algunas de las consignas que se corearon en plazas, avenidas y calles de diferentes puntos del país. Otras, apuntaban al rechazo de la reforma de la Constitución para habilitar a la viuda de Néstor Kirchner a un tercer mandato consecutivo. Pero también hubo denuncias sobre la «Korrupción» y demandas para levantar el «cepo» al dólar que impide a los argentinos comprar libremente divisas. La diputada del GEN, la ex radical, Margarita Stolbizer resume la escena, «la gente identifica el sueño de eternización en el poder con la impunidad, está cansada frente a un Gobierno que tiene tanta cantidad de funcionarios enriquecidos. Hay enojo, fastidio y cansancio».
«Se va acabar, se va acabar, la dictadura de la K»
La convocatoria se realizó desde las redes sociales aunque la prensa local se hizo eco de la misma. El hartazgo a una forma de Gobierno, las restricciones y los controles a los que están sometidas las finanzas de los argentinos, desembocaron en la mayor manifestación de protesta general, desde el 2001, contra un Gobierno. Movilizaciones similares sólo se registraron en la denominada crisis del campo que puso a media Argentina de pie para pedir la retirada de unos impuestos previos a las exportaciones de grano.
Los manifestantes no estaban identificados con partidos políticos, sindicatos o agrupaciones de otra naturaleza. En su mayoría respondían a «las capas medias», según expresión del cineasta y diputado Fernando «Pino» Solanas que esta mañana explicaba el fenómeno porque, « cuando se agota la paciencia, la ciudadanía toma la calle y se expresa ». «No se puede gobernar negando la realidad. El Gobierno no ha hecho nada para implementar políticas antiinflacionarias. Esta semana el Indec (Instituo nacional de Estadísticas y Censo) ratificó que se puede comer con siete pesos (prácticamente un euro según el cambio paralelo). Ante semejante imbecilidad —añadió Solanas— nadie puede sorprenderse por las manifestaciones». La inflación en Argentina supera el 25 por ciento pero oficialmente no pasa de 12.
El ex magistrado del juicio a las Juntas Militares, Ricardo Gil Lavedra, portavoz de la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR) a la que perteneció Raúl Alfonsín, entiende las movilizaciones como reacción a «la irritación que provoca un estilo de Gobierno autoritario. La gente se manifiesta porque está enojada . Todos debemos tomar nota aunque el destinatario del mensaje sea el Gobierno».
Protestas en la casa de Kirchner
Las expresiones de protesta en Buenos Aires llegaron más allá de la Casa Rosada, sede del Ejecutivo. Los vecinos se concentraron a golpe de cacerolas o con cualquier otro utensilios metálico, en los alrededores de la quinta de Olivos, residencia privada de la jefa del Estado, en la periferia de la capital.
Cristina Fernández de Kirchner, advirtió en público hace unos días que «solo se debe temer a Dios y a mi un poquito». La frase encontró ayer respuestas a las puertas de su domicilio oficial, con esos carteles donde rezaba «No tenemos miedo» pero también con gente encaramada en la emblemática pirámide de la Plaza de Mayo que rodeó con una leyenda «Cristina, devolvé el país». El senador kirchnerista, Anibal Fernández , consideró hoy que «el Gobierno, me parece, toma nota de cada una de las manifestaciones, sean un montón o 25 personas». Las declaraciones al canal C5N de Abal medina, jefe de Gabinete le contradicen, «El cacerolazo no es algo que ocupe ni preocupe a este Gobierno... Esta gente no votó a Cristina. Les preocupa más lo que ocurre en Miami que lo que ocurre en San Juan».
Cuando Argentina vivía pendiente de estos acontecimientos, la presidenta inauguraba en la provincia de San Juan una planta de Lacoste. En su intervención en la fábrica del cocodrilo, como es habitual en ella, su única referencia a la protesta fue implícita: «Yo, nerviosa, no me voy a poner ni me van a poner. Que se queden tranquilos».
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