Nadal-Djokovic: La mejor final de la tierra

La cita busca un favorito porque en las previas siempre suena bien señalar a alguien. Los protagonistas no suelen pronunciarse al respecto, pero por París desfilan exjugadores y mitos de la raqueta y todos dicen que Nadal es el candidato , arrollador en estas dos semanas sobre sus superficie favorita. "Aquí sirve de poco ser favorito", expone Toni Nadal, poco dado a estos titulares.

Sin embargo, sí que se tienen en cuenta los precedentes y Nadal ha conseguido revertir la situación después de tantas tardes amargas. Llegó a perder siete finales consecutivas contra Djokovic y en Montecarlo encontró un antídoto que le volvió a funcionar en Roma. Las dos últimas finales han servido para que el balear recupere la frescura y ahora se siente aliviado. "Se le ve en la mirada", apunta Albert Costa, campeón en Roland Garros hace justo diez años.

Y ha exhibido un nivel escandaloso desde que empezó el torneo. No ha perdido ni un set y ha consumido 12 horas y 22 minutos en pista, casi nada si se atiende a ediciones anteriores. Ha perdido 35 juegos y sólo se ha dejado un servicio por el camino, tremenda la estadística. Le ilusiona lo que está en la meta porque este es su torneo y ha aprendido a moldear su juego en función de las necesidades. Nadal es ahora mucho más peligroso.

Saca bien y obtiene puntos directos en momentos críticos. Es agresivo como nunca y suelta derechas imposibles. Corta el revés cuando lo necesita y sube con más frecuencia, cada mía mejor posicionado en la pista, dosificadas sus carreras porque ya no necesita esa energía desbordante que tanto le dio cuando era un chaval. Ahora tiene 26 años y ya habla como un veterano. " No puedo ceder la iniciativa como otras veces , toca ser agresivo desde el principio", exclama.

"Lo positivo", explica Rafa Nadal, " es que Rafael ha jugado bien trece días y lo normal es que lo haga en el catorce". El problema es que enfrente está Novak Djokovic, que con el nombre ya asusta aunque sea menos bravo que el de antes. Sufrió horrores contra Andreas Seppi, al que tuvo que levantar dos sets en contra, y se asomó al abismo en su duelo de cuartos contra Jo-Wilfried Tsonga. Tuvo que salvar cuatro pelotas de partido, pero se reencontró en semifinales difuminando la figura legendaria de Roger Federer, que ya no entra en estas batallas.

Son dos maneras de llegar al mismo punto , pero no cuentan en la final. "No creo que afecte. Todo es un arma de doble filo. Si va bien, diremos que llegamos muy bien, con una moral extraordinaria, sin perder un set. Si no, diremos que no habíamos afrontado ninguna situación complicada y que no estábamos preparados. En cambio, Djokovic ya las ha pasado. En el deporte nunca sabes si es positivo o no haber llegado de esta manera ", resume Toni Nadal. "Es verdad, nunca sabes cuál es la mejor manera de llegar hasta que no acabas el torneo. No hay ciencia cierta. Sólo importan las sensaciones para llegar al partido de la mejor manera posible", coincide Álex Corretja, capitán de la Copa Davis.

Es la rivalidad llevada al extremo. Nadal y Djokovic (18-14 en el cara a cara) juegan por cuarta vez consecutiva una final de Grand Slam, algo que nunca había sucedido. En Londres, Nueva York y Melbourne se impuso el serbio, pero París saca lo mejor del español. "Nunca le he ganado un set aquí y creo que solo ha perdido un partido. Los hechos están claramente de su parte", mantiene el número uno.

Nadal se juega la exclusividad. Se juega mantener el número dos ya que lo perdería si no muerde la copa. Se juega el ganarse el respeto eterno del público francés, que tiene a posicionarse siempre a favor del otro, sea quien sea, porque quiere variedad. Se juega gustarse a sí mismo, competidor único en su especie. Se juega el séptimo Roland Garros. Nadie ha escrito esa página.