El secreto de las roscas de San Isidro

El picnic más castizo nos remonta una vez al año a tiempos pasados, tiempos de chotis y chulapos, de romerías, de verbenas, de momentos inevitablemente retratados por Goya allá por el siglo XVIII en su «Pradera de San Isidro». Tradiciones que se han convertido en señas de identidad por haber conseguido sobrevivir a los siglos.

Lo de salir a la calle para disfrutar del tiempo y la gastronomía no es algo trasnochado, aunque como digo lleve siglos practicándose, es algo con lo que se nace en este país, y por estas fechas, si Júpiter lo permite, los madrileños se visten de sus ropas tradicionales y aprovechan para comer y beber en la, por un día bulliciosa, pradera del santo.

Esto es el «saber vivir», no solamente típico de Madrid. Es un sino, el hado que Galdós desde su obra relata , es la costumbre española de ir a lo bueno, y como el autor dice, pocas costumbres hay tan buenas como la de viajar e ir a Madrid para esta celebración, disfrutar de la fiesta, y vivir «Mayo y los Isidros».

La costumbre en cuestión es la de merendar en el césped al sol, y para ello no falta el agua del santo, los torraos, el vino, las claras con limón, las rosquillas de San Isidro… y tantos otros manjares que se suelen elaborar solamente en esta época del año y que los comerciantes venden a todo aquel que se acerque por el madrileño barrio de San Isidro en Carabanchel.

Uno de los maestros pasteleros que, fieles a la tradición, prepara desde hace 10 años las rosquillas de estas fechas tan castizas es « Nunos Pastelería »: las Rosquillas de Santa Clara , presentes en Madrid desde el siglo XV gracias a las monjas Clarisas y que se elaboran tradicionalmente con anís, vainilla y su costrada merengada; las famosas Rosquillas de Alcalá , bañadas en yema en su receta más tradicional y que José Fernández elabora con un fino y sabroso hojaldre de auténtica mantequilla natural, las hay de fresa de Aranjuez, de limón, de chocolate y muchas más.

Las rosquillas listas y las tontas , elaboradas con aceite de oliva virgen de Belmonte del Tajo y en el caso de las tontas con anís de Chinchón son las más tradicionales. Las tontas son las que no van bañadas, las mas simples, mientras que las listas llevan una cobertura de azúcar, limón y huevo con el color que se le quiera dar.

Todos los productos son naturales de la Comunidad de Madrid , y de ellos se sirven únicamente para elaborar las rosquillas, ese es el secreto, que están hechas con ingredientes de la tierra, lo cual las hace tan madrileñas como los cuadros de Goya o los escritos de Galdós.