la rotonda
El requiebro del tranvía
Àlex gubern
Se da por sentado que el golpe de gracia al mandato de Jordi Hereu en el Ayuntamiento de Barcelona fue el referéndum sobre la reforma de la Diagonal. El intento de convertir en una "fiesta de la participación" la consulta para la transformación del paseo, ... en el peor momento, de la peor manera, se volvió como un bumerán en contra de la administración socialista. Por el camino de la consulta se perdió la oportunidad de remodelar una avenida que hoy sigue adoleciendo de los mismos problemas que se plantearon entonces y, sobre todo, se perdió la oportunidad de llevar a cabo lo que a todas luces, desde el punto de vista de la mejora de la movilidad en el transporte público, es una obra del todo necesaria, la unión de las dos redes de tranvía existentes, el Trambaix y el Trambesòs.
Pasados dos años del fiasco de la consulta, el Ayuntamiento y la Generalitat ponen de nuevo sobre la mesa la conveniencia de conectar las dos redes, aunque partiendo de un veto originario, esto es, que la mejor unión no es la línea recta, a través de la Diagonal, como toda lógica parece indicar. Así pues, hay que buscar el requiebro, en este caso un dogma que es político y no técnico.
Descartada la Diagonal, no nos vayamos a meter en un lío, se plantean dos alternativas: cruzar el Eixample a la brava, a través de la calle Provença hasta alcanzar Urgell, o optar por la Gran Via y, también hasta Urgell, coger desde esta calle hasta Francesc Macià. La primera alternativa es, sobre el plano, y también desde la óptica de la gestión política, inviable. Primero, porque meter el tranvía por una calle de la anchura de Provença impediría usar ninguna otra parte de su sección para otra cosa que no fuesen los peatones. Y segundo, y no menos importante, porque meter ahora el tranvía -aunque sea sin catenaria- al lado de la Sagrada Familia generaría un problema de la dimensión de una basílica. Queda pues el paso por la Gran Via, por anchura una opción más viable pero que de todos modos obligaría a una reforma del paseo de gran alcance, casi tan importante como la que se planteó en su momento para la Diagonal. En buena lógica, a nadie en plaza Sant Jaume se le ocurrirá plantear una consulta para decidir cómo se hace esa reforma. Que decidan los técnicos pues, los mismos que, sin tabúes políticos, dirían sin vacilar que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, que en Barcelona no es otra que la Diagonal.
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