Jose Manuel Baltar hereda el cetro de la Diputación de Ourense

En un Pleno Extraordinario Baltar Blanco recibió el acta de diputado y fue proclamado presidente tras una elección mediante voto secreto en la que obtuvo los 15 apoyos de los escaños populares. Juró su cargo recibiendo el bastón de mando entre aplausos y ante la mirada emocionada de su padre, antecesor en el cargo y barón provincial del PP, José Luis Baltar Pumar; y su madre. La sala de Plenos estaba atestada.

«Acepten que mis primeras palabras sean de sincero agradecimiento», se arrancaba en un discurso en el que Baltar Blanco se dirigió en primer lugar a quienes le votaron, con los que se comprometió a «trabajar sin escatimar esfuerzos» en aras del consenso  y «apostando siempre por Ourense», dijo.

Manuel Baltar se definió como «ourensano» y aseguró que fue la provincia su primera razón de participar en política. Pero además de catalogarse de ourensano, el nuevo presidente de la Diputación de Ourense recordó que él es también «gallego, español y ciudadano europeo». «Ourense no se entiende sin Galicia, ni  tampoco Galicia sin Ourense», sentenciaba mientras ponía la pica de su compás en la Xeración Nós para recordar que ellos, entre otras aportaciones fundamentales, «sentaron las bases del galleguismo político», una ideología que consideró vigente y adaptable a los retos del siglo XXI.

Pero fue la crisis económica «que tan duramente nos golpea» la que ocupó más al nuevo presidente de la diputación, que realizó nuevamente una llamada a la unidad con el objetivo primero de la creación de empleo. «Tengo muy claro que nuestro objetivo principal no puede ser otro que contribuir a poner en marcha las condiciones necesarias para crear empleo», decía. Ese fue su mensaje central, consciente de que a día de hoy más de 30.000 ourensanos necesitan respuestas urgentes en este ámbito. Se refería a promover ideas y generar condiciones favorables para que el sector privado invierta en sintonía con el Gobierno y la Xunta.

Trabajar por la creación de empleo es una tarea que Baltar también asigna a las diputaciones como «ejes vertebradores» de una administración que «equilibra» el territorio y «racionaliza los fondos públicos».

«No me opongo a las reformas», subrayaba en torno al debate de los que propugnan un modelo más ligero de corporaciones provinciales —«somos reformistas por ideología», matizaba—, pero consideró que «no solo las Diputaciones, sino todo el aparato administrativo del Estado, deberán someterse a debate a fin de  mejorar en eficacia y eficiencia».

En su defensa del papel de las diputaciones, Baltar  las calificó como «la administración más pegada al ciudadano», si bien reconoció y homenajeó el papel de los alcaldes y concejales que son «el primer timbre que pulsa un ciudadano para quejarse o plantear iniciativas y buscar soluciones»: «La verdadera escuela de la política».

Ante los presentes, se expresó dispuesto a consensuar medidas de choque, planes y proyectos a favor del bienestar de la provincia. Importando las palabras del presidente norteamericano Abraham Lincoln, confesó que «no  tuve control real sobre los acontecimientos, sino que fueron ellos los que gobernaron mis actos».

También enarboló la independencia con respecto a su padre. «No serán las circunstancias ni las influencias externas las que gobernarán mis actos, sino que mi gestión y mi trayectoria solamente deberá ser interpretada a la luz de mis decisiones», zanjaba como aviso de intenciones.