Toledo al completo

Con un grupo de amigos ocupamos lugar en el comedor del antes «Hostal del Cardenal», ahora con letrero grande de Hospedería. Un amante degustador de productos capitalinos solicita en la carta la tradicional perdiz estofada a la toledana, que más tarde, en la cazuela de barro, es más o menos un espécimen medio escabechado con una salsa avinagrada.

Se protesta ante el camarero, que retira el producto, aunque más tarde viene incluido en la factura, que se paga religiosamente. Lo que va de hostal a hospedería. Quedamos advertidos.

Por la tarde, tentadero en la finca de El Castañar. En el redondel comparecen los matadores Carlos Doyagüe y José María Arenas, con la sorpresa de un joven aficionado, once años de edad, que es de Almorox y responde al nombre de Jesús Mejías, y que además maneja a la perfección capote y muleta. Tiene por delante un prometedor futuro.

Las utreras ofrecen satisfacción para los diestros con el trapo rojo, pero ante el picador la casi totalidad no pasa el baremo que exige el Conde de Mayalde, ganadero escrupuloso en estas cuestiones. Desde la placita de tientas y ante un horizonte de encinares sin fin, el día va decayendo, tal y como anuncia el paso de palomas torcaces buscando dormidero.

Tenemos también la oportunidad, de las que no suelen repetirse, de contemplar el desplazamiento solemne bajo los cielos de una pareja de águilas imperiales, de las que habitan en las cresterías del coto prestigiado. Visión mágica de una naturaleza salvaje que difícilmente olvidaremos.