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Sampedro, «extrañado y agradecido» por el premio Nacional de las Letras

Icono del desencanto del 15-M, el jurado valora su «referencia intelectual y moral»

Sampedro, «extrañado y agradecido» por el premio Nacional de las Letras efe

A. ASTORGA

Aquejado de una sordera que le impide atender a su interlocutor con la delicadeza y cortesía que en él es rito de vida, José Luis Sampedro agradecía con ternura etrusca la concesión del premio Nacional de las Letras por el Ministerio de Cultura. ¿Qué pensó nomás el autor de «Octubre, octubre» ? A media tarde, en el coche que le llevó durante seis horas a la Cala de Mijas (Málaga) huyendo cual ave migratoria del general invierno de Madrid, su esposa Olga Lucas retransmitía a ABC por teléfono las sensaciones del escritor: «Lo primero, extrañeza, porque sinceramente ya a sus casi 95 años ni se lo esperaba; él no suele recibir premios institucionales. Luego, como es lógico, agradecido y contento, y así se lo ha dicho a la ministra. No es que se sueñe con premios, pero llega un momento en el que uno dice que está claro que los Nacionales ya no son para él».

Sobre el juicio del jurado de reconocer en Sampedro a «uno de los más importantes escritores en lengua castellana, así como una referencia intelectual y moral de primer orden», Olga Lucas expresaba: «Si han valorado la calidad de su obra, obviamente mucho mejor, mucho más satisfecho». El escritor, ya en su descanso malagueño, asido a la mano cómplice de Olga, que no cesaba de besar su efigie de carne y verbo, resumía su vida: escribir lo mejor que uno ha podido, formarse, formar a los demás y no buscar el éxito.

Partidario del humanismo dirigido a los jóvenes para que cultiven un «pensamiento libre, valor indispensable para crear ciudadanos que construyan la Humanidad, aún hoy por hacer», Sampedro prologó y apadrinó el libro de Stéphane Hessel «¡Indignaos!», la espita que precipitó el movimiento del 15-M. Micrófono en mano, José Luis Sampedro peregrinó por fuertes y fronteras contagiando su amor a la vida entre la juventud a la que hechiza, porque en dos mil años de « guerras, divisiones, persecuciones, xenofobia y nacionalismo excluyentes , y hasta las religiones que se supone aman al prójimo se matan unas a otras, no hemos aprendido a vivir. Los adelantos técnicos nos esclavizan. Los gobiernos son meros siervos de los intereses económicos, y Europa un club de intereses sin ideas ni valores», proclama.

Desencantado de modas y estilos, Sampedro habita sus novelas de comportamientos humanos, con la preocupación por el medio ambiente como fuente de la edad. Cuando estaba a punto de entregar a la imprenta «La vieja sirena» —una larga narración ambientada en el siglo III y que glosa las peripecias de uno de los grandes mitos, la mujer pez, la mujer serpiente—, al preguntarle si de ella extraía alguna moraleja, Sampedro se autobiografiaba a la perfección: «Eso que lo hagan los especialistas. Yo ácrata para servir a Dios y a usted».

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