ENTREVISTA
«La Academia debe contar y fijar el proceso cultural conquense»
El director de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, José Ángel García, habla de los retos de una institución que cumple 25 años
POR AMADOR PALACIOS
La Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL) estrena sede en las que fueron antiguas escuelas del castillo barrio de San Antón. En estos días se celebra, con una magna exposición y la edición de un amplio volumen conmemorativo, el 25 aniversario de la ... creación de la Academia de Cuenca como Real Academia como corporación de derecho público. El cuarto centenario de la publicación del Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián de Covarrubias, que fue canónigo de la catedral conquense, también lo va a celebrar la RACAL con la impresión de un tomo misceláneo a cargo de destacados especialistas. Al acto de presentación de este libro ya ha comprometido su presencia en la capital conquense José Manuel Blecua, director de la RAE. José Ángel García, actual director de la RACAL, es escritor muy fecundo, autor de nutridos textos poéticos, narrativos y ensayísticos. Hasta su prematura jubilación trabajó en el ente público Radiotelevisión Española, retransmitiendo los conciertos de la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Coordinó el suplemento El Día Cultural y hoy forma parte de la redacción de las revistas Diálogo de la Lengua y Académica. Su aspiración es guiar los pasos de la academia conquense por una moderna andadura que actualice el palpitar intelectual de la ciudad en estos tiempos.
La más notable marca de Cuenca es el abanderar el arte moderno, especialmente en su faceta abstracta. Si bien es indudable que Toledo, la capital regional, soporta un gran valor histórico-documental, sí es cierto que esta marca de Cuenca, su bella hermana, en torno a un arte más fresco, lleva consolidada mucho tiempo. Charlamos con José Ángel García en el reluciente despacho de la sede académica.
¿Cómo surge y se desarrolla esta marca artística conquense que se ha introducido hasta en las costumbres y en el icono popular conquense, pues muchas casas están llenas de famosas litografías adquiridas en el Museo de Arte Abstracto?
Eso que dices sobre la mayor y mejor marca de Cuenca es evidente. Había, antes de esta eclosión, una tradición artística en Cuenca muy centrada en escultores, caso de Leonardo Martínez Bueno o Fausto Culebras, por citar sólo a dos de ellos, relacionada con la propia Semana Santa en el sentido de la imaginería de las tallas. Hay ejemplos en los propios parques urbanos de esa generación de escultores. Otros pintores de esta tradición, como Víctor de la Vega, se aproximan a Vázquez Díaz, a esa escuela. Pero la llegada de Zóbel a la ciudad hace cincuenta años y la implantación del Museo de Arte Abstracto, tanto por lo que se puede ver en el museo como por la cantidad de pintores amigos que llegan a Cuenca a visitar a Zóbel, influye enormemente en el ambiente artístico de la ciudad. Una ciudad provinciana, muy centrada en sí misma, a la que de pronto afluyen las corrientes más modernas y renovadoras que en ese momento están ocurriendo en el arte plástico español. El museo dispuso desde el principio de una biblioteca, abierta, a la que llegaban las revistas mundiales de arte punteras, además de un fondo de publicaciones no sólo de pintura, sino de fotografía y arquitectura. Los jóvenes consultaban esa biblioteca, podían reunirse en el museo en cualquier momento, hablar con Zóbel, fecundarse. A través de esta influencia, unos pintores serán no figurativos y otros, aunque sigan siendo figurativos, el mejor ejemplo sería Miguel Ángel Moset, muestran una pincelada abstracta. Todo esto la ciudad pronto lo aceptó como suyo y, como bien tú haces notar, en muchas casas de Cuenca, o en bares, junto al almanaque están colgadas tranquilamente láminas de Zóbel. Eso significó en ese momento una revolución. Muchos años después surge la facultad de Bellas Artes a la sombra de este inicial acontecimiento.
En la ciudad también se instalan Antonio Saura, Gustavo Torner, conquense, y Antonio Pérez, aumentando este prestigio. Todo ello incrementa la cantidad de referentes intelectuales interesantísimos. Eso hace que la ciudad se abra a la idea de que Cuenca es una ciudad artística. Y no sólo por el lado de las artes plásticas. No olvidemos la importancia de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, que ya ha superado 50 ediciones. ¿Está consolidado este prestigio?
Efectivamente. Un personaje también fundamental, además de ese resonante elenco que tú has citado, es Pablo López de Osaba, un dominico muy clarividente, con muchos contactos y que en un momento determinado a la vez dirige, llamado por Zóbel, el Museo de Arte Abstracto, la Semana de Música Religiosa y el Conservatorio Profesional de Cuenca, cuyo primer director iba a ser el alcarreño Jesús Villarrojo, directamente entroncado con la vanguardia musical española, quien estimula la creación de un gabinete de música experimental electroacústica. Las instituciones apoyan. Gracias al entusiasmo de un presidente de la Diputación, Ángel Álvaro, de UCD, se crea ese gabinete que por desgracia ya no existe. En los años 70 y 80 hay muchas actividades, están en Cuenca los Halffter, Tomás Marco, gente muy importante… Se crea un certamen nacional de polifonía juvenil. En fin, había mucha euforia y una creación palpitante.
¿Cómo asumió el poder institucional, casi siempre tan reacio a las novedades, tan conservador en los gustos, todo este empuje cultural?
Lo asumió honradamente, aunque de un modo comprensiblemente interesado políticamente, ya que la ciudad empieza a sonar y a tener proyección. Esto es muy útil para la propaganda. Y además estamos hablando de la salida de la dictadura y de los primeros gobiernos de la democracia, donde existe una conducta política por la que la cultura otorga una situación muy rentable. Son los tiempos del diputado socialista conquense Virgilio Zapatero, que llega a ser ministro y al que le preocupan estas cosas. En este momento se comienzan las obras del teatro auditorio, para colmar de infraestructura adecuada las aspiraciones culturales conquenses. Está, por otro lado, la creación del Parador de Turismo, que aporta una clase distinguida de visitantes que consumen cultura.
En ese tiempo nacieron, aunque minoritariamente, numerosos proyectos editoriales en Cuenca. José Luis Muñoz, actualmente director de la revista Académica, boletín de lujo de la RACAL, tuvo un papel muy importante en esta efervescencia de la letra impresa en Cuenca, tanto periodística como literariamente, creando la editorial Olcades, que fue un hito muy importante divulgando temas conquenses y editando el único libro de poemas de Francisco Umbral. Por otro lado está la labor incesante de Carlos de la Rica, animador cultural y creador de la decana editorial El Toro de Barro. Además de, en los años 80, las sucesivas ediciones de las Jornadas Poéticas de Cuenca, con afluencia de poetas no sólo españoles sino europeos ¿Cómo está ahora el ambiente artístico y literario de Cuenca, los jóvenes artistas y escritores, la cuestión editorial, las revistas…?
Muy importante, sí señor, la labor incuestionable de José Luis Muñoz y el gran papel, tanto humanista como vitalista, del cura De la Rica. En estos momentos la vida cultural de Cuenca yo creo que está un poco más baja que en otras épocas. Hay menos revistas, menos capacidad de expresión y, bueno, está Internet. No hay, desde luego, una conexión interartística tan grande como en otros periodos más florecientes. Aunque yo pienso que, a pesar de todo, hay mucha más gente haciendo cosas. La ciudad se ha hecho más grande, y todo queda menos íntimo, más diluido.
¿La Academia de Cuenca, al nacer, recoge algo de estos orígenes míticos?
Bueno, en los años 60, gente conservadora artísticamente pero muy válida, gran parte viviendo en Madrid, gesta la idea, muchas veces en tertulias de la Casa de la Mancha en Madrid, de crear una academia conquense, que primeramente nace como asociación. Enrique Domínguez Millán es el primer presidente. Se constituye formalmente ya en los años 70, consiguiendo el patrocinio real sobre todo por los buenos contactos de Carlos de la Rica con la Corona española. Gestionaba más bien la parte literaria de la gente consagrada, ocupándose especialmente de los pintores más tradicionales, aunque se nombra miembro de honor a Gustavo Torner. Luego entra en la Academia una nueva generación: José Luis Muñoz, Hilario Priego, yo mismo, los que ahora somos académicos pero que al principio le hacíamos muchos ascos a la institución.
Como debe ser prioritaria labor de toda academia, ¿qué hace la de Cuenca, qué limpia, qué fija, a qué da esplendor, cuál es el sentido de su existencia en este concreto ámbito geográfico?
Al principio su existencia nos parecía una idea totalmente anacrónica. Veíamos que esos académicos gestionaban la vida cultural de la ciudad pero cerrándose sobre ellos mismos. Sus iniciativas no traían gran resultado, ni su actividad tenía gran continuidad, cosechando un lánguido saldo que lastraba la institución. Yo creo que hoy la academia debe funcionar como promotora de actividades de cara a los más jóvenes, por un lado, y, por otro, fijando el patrimonio cultural y la historia de la cultura de Cuenca, que es lo que vamos a contar de una manera globalizadora en esa exposición y el libro que festejan el cuatro de siglo de existencia de la institución como Real Academia. De una manera global, como digo, nunca se ha hecho, aunque hay hitos informativos muy válidos: Carlos de la Rica y Enrique Domínguez Millán con su monográfico de poesía en Cuenca de los primeros tres cuartos del siglo 20, o José Luis Muñoz con un diccionario de autores conquenses. Al no tener Cuenca abundancia de historiadores, da la impresión de que han ocurrido menos cosas de las que han ocurrido. Y ésta es una labor que ha de hacer la Academia, contar y fijar el proceso cultural conquense.
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