Aleksandra Kurzak: «Con Mozart no puedes hacer trampas, no tienes escapatoria»
La soprano polaca debuta hoy en el Teatro Real con «Las Bodas de Fígaro», en el montaje de Emilio Sagi con dirección musical de Víctor Pablo
SUSANA GAVIÑA
Con siete años, Aleksandra Kurzak empezó a estudiar violín, y a los nueve piano, aunque ella, confiesa, deseaba ser «bailarina clásica». Sin embargo, para sus padres la mejor era ser instrumentista, pues esto le abriría las puertas a «una vida normal fuera del telón de ... acero. Había muchas orquestas occidentales que necesitaban músicos», explica la soprano polaca. Finalmente se decantó por la voz. Algo nada sorprendente si se tiene en cuenta que creció en el backstage de un teatro de ópera, donde su padre era trompa de la orquesta y su madre, Jolanta Zmurko, soprano. Ella, que perdió la voz cuando nació su hija y tuvo que volver a empezar, fue quien dio forma a sus innatas cualidades. «Ha sido mi única profesora, y sigue dándome consejos».
Los mejores teatros del mundo, Met, Covent Garden, Scala, Ópera de Berlín... han encumbrado ya a la soprano. En España ha pasado por el Festival Mozart de La Coruña y el Palau de Les Arts de Valencia.
—Se presenta en el Teatro Real como Susanna en «Las bodas de Fígaro», un personaje que le trae gratos recuerdos pues supuso su debut profesional.
—Sí, fue en 1999 y todavía era estudiante. Se dio la circunstancia de que mi madre interpretaba el papel de la Condesa, y el del Conde lo cantaba quien después se convertiría en mi marido, todo fue muy familiar. Después lo he interpretado en varias ocasiones. Aquí, me encanta la producción del Real porque se desarrolla en el lugar original donde tuvo lugar la historia, Sevilla. Además, me encanta usar peineta (se ríe).
—Su presentación en Madrid coincide con el lanzamiento de su primer disco, «Gioia!» (Alegría), de Decca, en él transmite su manera de entender la música.
—Sí, si tú no te diviertes con lo que estás haciendo, no se lo puedes transmitir a los demás. Lo importante es ser natural en el escenario.
—En él incluye los highlights del bel canto — Rossini, Donizetti, Puccini, Bellini—. Hay quien habla de crisis de voces belcantistas...
—Quizá un poco sí. ¿Por qué las óperas belcantistas no son programadas frecuentemente si su música es maravillosa? Entre otras causas porque se necesitan tenores con notas altísimas. Realmente, el bel canto es el estilo técnicamente más difícil de todos: legato, coloraturas... No es nada fácil encontrar un buen profesor. Cantar Mozart también es difícil. Mi madre dice que si cantas Mozart puedes cantarlo todo, y es que es pura técnica y se escucha todo. Mientras en otros estilos puedes hacer alguna trampa, con Mozart no tienes escapatoria. Tienes que cantarlo todo.
—Ahora se está inclinando por papeles un poco más dramáticos, ¿le preocupa que esto pueda cambiar su voz para seguir interpretando bel canto?
—Empecé a cantar Verdi con tres papeles: la Nannetta en «Falstaff», Gilda en «Rigoletto» y Traviata. Verdi es mi compositor favorito, y podría hacer una gran trayectoria cantando «Don Carlo», «Aida»... Es algo que no puedo saber ahora, pero lo que nunca voy a hacer es forzar mi voz cantando contra su naturaleza. Además, personajes como Gilda o Traviata siguen la tradición del bel canto, la coloratura, sus notas altas...
—El Real inaugura su Palco Digital el día 4 de junio. Desde él retransmitirá la función en directo por internet. ¿Qué opina de las nuevas tecnologías aplicadas a la ópera?
—Es algo estupendo. Si las utilizamos en otras cosas, por qué no hacerlo en la música. Creo que es una gran idea intentar captar un público nuevo y diferente, y ofrecerles lo que hay dentro. Muchas veces la gente tiene miedo de entrar en un teatro de ópera. No saben lo que se van a encontrar, piensan que todo es aburrido, pasado de moda... Y no tienen el coraje de ir y comprar la entrada. Creo que ésta es una manera de acercar a los jóvenes.
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