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Siete años con Alá

Dieciséis autores del 11-M siguen en prisión. Rezo, aislamiento y dieta en seis cárceles. Ninguno está en Madrid

CRUZ MORCILLO

MADRID

Alá es su guía, su compañero de viaje, casi el único. Zougam, Ahmidan, El Gnaoui, El Haski, Belhadj... Sus nombres tiñeron la página más negra de la historia reciente de España. Hoy, siete años después, dieciséis de los condenados por la muerte de 192 personas siguen en prisión. Doce islamistas y cuatro españoles, la trama asturiana que proporcionó los explosivos: José Emilio Suárez Trashorras, su cuñado Antonio Toro, Sergio Álvarez y Antonio Iván Reis.

Ellos cuatro son los únicos que no están en régimen de aislamiento, el más duro entre rejas, ese que solo se impone a los criminales más sanguinarios porque una sentencia —dos en realidad— asegura que los islamistas del 11-M actuaron como unas bestias deseosas de venganza y sangre. Instituciones Penitenciarias mantiene a los dieciséis repartidos en seis cárceles.

En Galicia están cinco de los islamistas y la prisión de Alicante alberga a otros cuatro, los más duros, como Zougam o El Haski; Rafa Zouhier está en el Puerto de Santa María; Trashorras en León y los otros tres españoles de la trama asturiana en su tierra, dos de ellos a punto de quedar en libertad.

La razón de que los españoles no estén en aislamiento es doble. Trashorras, por su condena, y su papel en los atentados debería estarlo, pero el juez lo prohibió debido a la esquizofrenia que padece y por la que está permanentemente tratado. Su evolución en el centro de Mansilla de las Mulas (León) es muy favorable —se ha aficionado a las manualidades—. El aislamiento de Toro, Álvarez y Reis no se sostendría con las penas que se les impusieron.

Además de los 16 autores del 11-M, hay otros cuarenta en cárceles del país. Nada tienen que ver con los atentados, pero Prisiones ha evitado y evita que coincidan unos y otros. La célula del 11-M se mantiene apartada de cualquier otra, una dispersión que obedece a motivos de seguridad.

«Se se corre un grave riesgo de adoctrinamiento y de que se pasen información», argumentan fuentes de Prisiones. Su vida no es fácil entre rejas. El aislamiento implica que como máximo salen dos horas al día al patio, con otras dos o tres personas. El resto lo pasan en sus celdas. Solos. Allí comen, allí rezan —muchísimo, según los funcionarios— y allí esperan que Alá venga en su ayuda. Sin imán y sin plegarias compartidas, puesto que está prohibido el rezo en común.

Ninguno ha reconocido jamás la autoría de los atentados y aún se amparan en que algún resquicio de las teorías conspirativas les arranque de esos barrotes. «Cada vez que sale una noticia de la mochila de Vallecas o del comisario Manzano, se ponen contentísimos y cuentan por teléfono que les queda poco para salir», explican fuentes penitenciarias. Dos de ellos ya están en libertad: Mamoud Slimane Aoun y Nasreddine Bousbaa.

Sus compañeros de célula, los Zougam, Harrat, Haski, Morabit y compañía no reciben apenas visitas, ni siquiera el pródigo Zouhier dispuesto a vender su vida y milagros a cambio de una foto o de un sobre. La dieta musulmana la cumplen a rajatabla; incluso si hay un bollo o un pastel con grasa animal se queda en la bandeja. Pueden leer la prensa y ver la televisión y en pequeñísimas dosis participar en alguna actividad del módulo de aislamiento. Pero nada más.

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