Detenidos varios líderes de la oposición antes de la gran protesta
La población denuncia el bloqueo de las redes sociales en Internet
LAURA L. CARO
«Mañana es la revolución de mi pueblo, mañana vamos a echar a ese tirano de Mubarak». La emoción de Tarek Shalaby, un consultor de medios que hoy saldrá a la calle para «encabezar» las manifestaciones en El Cairo contra un estado de excepción de ... 30 años, es contagiosa. «Gamal, dile a tu papi que en Arabia Saudí le están esperando», grita en otra esquina de la capital un grupo apostado en las escaleras del Sindicato de Periodistas, que pese a tener a dos metros una fila de antidisturbios amenazando con los palos en la mano, no se contienen al desear en voz alta que el presidente egipcio acabe corriendo la misma suerte que el tunecino Ben Alí: la huida forzosa a donde sea, pero lejos. Ese «mañana» puede ser hoy, viernes de oración.
Egipto, o al menos El Cairo, está soñando en directo con ser el siguiente Túnez. La represión desde que el lunes se iniciaran las protestas no parece estar intimidando a la población aunque ya van siete muertos, uno de ellos un agente, y el último, un beduino que fallecía ayer víctima de un disparo de la policía en un choque registrado en la región del Sinaí. Una llamada de atención, el uso de las armas de fuego contra civiles, que parece que ya se ha ensayado también en Suez, pero que todavía no ha llegado a la capital. En ella, los jóvenes que vibran, casi ingenuos, pensando ya que esta revuelta va a triunfar se intercambiaban ayer recomendaciones sobre como escapar a la artillería disuasoria de los gases lacrimógenos a la que hasta ahora se han limitado las Fuerzas de Seguridad. «Hay que oler cebollas para proteger la nariz, y después lavarse la cara con coca-cola para que no pique, me lo ha dicho gente de Túnez», porfiaba en el aeropuerto el empleado de una empresa de telefonía móvil. La represión comenzó anoche. Al menos veinte dirigentes del partido opositor Hermanos Musulmanes fueron detenidos, según informó el abogado de los arrestados a la agencia Reuters.
Los apresados más destacados son Esam el Erian, Mohamed Mursi y Hamdi Hassan, portavoces e importantes figuras del partido político. "También hay otros detenidos, pero es difícil saber el número exacto", dijo el letrado Abdel Moniem Abdel Maksud. "Por supuesto conocemos la razón: lo que pueda suceder mañana", ha apuntado el jurista en alusión a las manifestaciones convocadas para después de la hora del rezo semanal, en las que está previsto que participen unas 24. 000 personas. Estas detenciones se han producido en el marco de una ofensiva de las fuerzas de seguridad contra la formación opositora. "Tenemos órdenes de emprender una redada contra los Hermanos Musulmanes", dijo una fuente de estos cuerpos a Reuters.
Frustración
Da la impresión de que la ciudadanía, envalentonada, ha calculado por lo bajo la potencia de Mubarak, como él tampoco previó que la ira social iba a írsele de las manos saltando la barrera de lo virtual a la calle, hasta sacarle a la Plaza de Tahrir la manifestación más grande nunca vista en Egipto. No previó que «el pueblo está explotando», en palabras del profesor de políticas Mustafá Kamel El-Sayed. Porque la razón de este despertar no es solo el embriagador perfume de los jazmines tunecinos. «Después del arreglo de las elecciones parlamentarias (noviembre-diciembre de 2010) y las recientes tensiones sectarias, y en ausencia de ninguna reforma política significativa, era de esperar», explica el experto.
La frustración forma parte del ADN de los egipcios por la pobreza, la negación de derechos humanos y la humillación burocrática que arrastran.Y la cura es solo una: echar al «faraón» a la última momia de Egipto. Por mucho que ni él ni su régimen quieran entenderlo. Ayer, el secretario general del todopoderoso Partido Nacional Democrático, Safwat Sherif, insistía en ignorarlo al proclamar en rueda de prensa que la cúpula del país «apoya las reivindicaciones de la gente, el diálogo y la adopción de políticas que alivian el sufrimiento» y citaba «las de los subsidios del aceite o el azúcar».
Esta semana, el diario independiente «Al-Masry Al-Youm» decía que el Gobierno, «temeroso» de la experiencia de Túnez, ha pospuesto la aprobación de la nueva ley de funcionarios, los nuevos precios al riego y el borrador que regulará los hospitales públicos, a favor de los ricos, sugiere el rotativo. También Ben Alí hizo promesas y anuncios al final, aunque demasiado pequeños y demasiado tarde.
«Va a hacer falta algo más que caramelos sociales, si no es ahora, todo el mundo volverá a intentar expulsarle cuando en otoño lleguen las elecciones presidenciales y Mubarak quiera ponernos a su hijo Gamal... si eso llega, habrá mucha sangre», vaticinaba en la avenida Ramses de El Cairo un publicista de nombre Amr Shamir.
Hosni Mubarak cuenta con una policía de gran tamaño, bien equipada y entrenada y con mucha experiencia. Ayer se lanzó contra el gentío que el Suez pedía la liberación de los centenares de detenidos de estos días, también en Ismailiya y de forma limitada en El Cairo. No hay presencia aún del Ejército, cuya actitud ante esta alzada social seria clave como en todas, aunque ya se verá. Aparte de la fuerza bruta, el «faraón» Mubarak cree tener detrás a occidente respaldando su autoridad —guardiana de Israel y contraria al islamismo— para tomar decisiones. «EE.UU. confía en el Gobierno», titulaba ayer la oficialista «Gaceta egipcia»
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