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FARIÓN DE AFUERA

El Plácido indispensable

Berlanga nos legó un apresurado catálogo de miserias para reflexionar sobre la naturaleza egoísta del ser humano

JOSÉ MIGUEL GALARZA

LA muerte de Luis García Berlanga ha sido valorada de un lado a otro con unanimidad cierta. Ya cada vez más escasas las veces en que nos ponemos de acuerdo, casi siempre en los panegíricos, en las horas siguientes a su marcha se ha hablado ... del cineasta valenciano desde todos lados de su personalidad poliédrica: director, guionista, liberal y ácrata según terciara, elegante y dandi, polemista egoísta, erotómano y pornógrafo a cara descubierta, Berlanga no dejaba indiferente y, por lo leído, el mundo del cine le perdonó siempre sus pecados veniales y sus salidas de pata de banco. Más allá de eso, parece que todos convenimos en la genialidad de su obra, especialmente de un trío de retratos de la España de su primer tiempo de adulto. «Bienvenido, Mister Marshall», «Plácido» y «El verdugo», rodadas entre 1953 y 1961, a las puertas del desarrollismo que empezó a engordar a la famélica sociedad superviviente a la Guerra Civil.

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