Un bendito heterodoxo
Análisis
FERNANDO R. LAFUENTE
«Lo que yo he unido en la tierra no lo separa ni Dios en el cielo», grita gesticulante el cura de la finca (espléndido Agustín González) a un caprichoso señorito (el no menos espléndido José Luis López Vázquez) en «La ... escopeta nacional». Berlanga no dejó títere con cabeza en su cine, y títeres había (y hay) muchos en el patio de monipodio patrio. Fulminó la falsa caridad cristiana de la nochebuena en «Plácido»: contó las desventuras de un joven matrimonio en busca de un piso en «El verdugo» y sus derivaciones administrativas; describió la España triste y rural de la posguerra en «Bienvenido Mr. Marshhall»; advirtió sobre las paradojas del progreso científico en «Calabuch» y se cachondeó con desparpajo de la rancia aristocracia en «La escopeta nacional». En todas sus películas está el guiño heterodoxo, la mirada ácrata, teñida de un humor negro salvaje y, sin embargo, lleno de compasión, de comprensión y de cariño hacia sus personajes. Un bendito heterodoxo, un cineasta que mostró una realidad española como ninguno después ha sido capaz de llevar a las pantallas. Un clásico, es decir, un contemporáneo rabiosamente sincero, porque lo que él rodó en la tierra no lo cambia ni Dios en el cielo.
FERNANDO R. LAFUENTE ES SUBDIRECTOR DE ABC
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