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ABC Cultural

«Yo también tengo mi público»

FERNANDO

R. LAFUENTE

La genialidad de un actor queda en la memoria de los espectadores para siempre. Del centón de momentos memorables que Manuel Alexandre ha dejado en la pantalla, valga uno, casi oculto en su formidable filmografía —trabajó con los mejores, Berlanga, ... Fernán Gómez (por él, se hizo actor), Bardem, Forqué, Cuerda, Camus, Gutiérrez Aragón. Una escena que ilustra la naturalidad, la retranca, la melancolía y la España que se fue con tantos como él. Pero que sólo la natural disposición de un hombre sencillo y un actor extraordinario podía representar en toda su dimensión cómica y, también, dramática. Esa tragicomedia que ha dado lo más deslumbrante de la literatura y el cine español. Ocurre en un monumento fílmico, Atraco a las tres (1962) de José María Forqué, una historia de modestos empleados de banca que, bajo la dirección del cerebro del grupo, el Sr. Galindo (José Luis López Vázquez) deciden atracar su propia sucursal. Una España de anhelos, de tristezas, de sueños imposibles se muestra sin cursilerías. Y el espectador se consuela, así, en las imágenes en blanco y negro, de un presente gris, alegre en las estrecheces y confiado en un futuro que parece que nunca llegará. José Orjas, el citado López Vázquez, Cassen, Gracita Morales, Agustín González, un reparto excepcional. Alexandre, junto a un jovencísimo Alfredo Landa, se dirige hacia un cine para ver «una de atracos», en el camino se cruza una chica despampanante, y Alexandre comenta a Landa: «Deja pasar al Talgo» y le dice a ella, con su dicción personalísima: «estoy disponible, guapa», la chica, con desparpajo, le mira y le contesta: «no me extraña, joven», herido en su dignidad de ligón, Alexandre le responde: «oye, que yo también tengo mi público», mientras le advierte a su amigo: «has visto cómo se me dan las mujeres». Alexandre tuvo siempre su público, que fuimos, que seremos todos para los que el cine, como la literatura, «es una defensa contra las ofensas de la vida.» (Cesare Pavese). La ofensa

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