Cien años de mediciones y registros meteorológicos casi ininterrumpidos

El que hasta hace ocho años fue máximo responsable del Observatorio y con una vinculación de cincuenta años con el centro, Fernando Aranda, explica a ABC las vicisitudes por las que ha pasado la institución.

Como el resto de observatorio, el de Toledo nació ligado al Ministerio de Instrucción Pública, «de ahí que las primeras instalaciones se ubicasen en el Instituto, en el Palacio de Lorenzana, porque estaba adscrito a la Enseñanza y nació vinculado a las cátedras de física de los institutos». El profesor Miguel Liso fue el encargado de instalar los instrumentos en una terraza del Palacio de Lorenzana, acompañado de una pequeña oficina. En aquel espacio colocó los termómetros, un pluviógrafo Hellmann, una veleta anemométrica Wild y el resto de aparataje. Así empezó a funcionar con el objetivo de recabar datos meteorológicos de Toledo y trasmitirlos al Observatorio central para procesar toda esa información.

Para la aviación

El centro evoluciona y, en 1934, «deja de pertenecer al Ministerio de Instrucción Pública y pasa a depender de la Sección de Aeronáutica del Ministerio de la Guerra», comenta Fernando Aranda. El motivo del cambio se debe a que los aviones tenían una supeditación a la meteorología mucho mayor de la que tienen ahora; por eso, la actividad del observatorio se multiplicó considerablemente. «Entre observaciones sinópticas, meteorológicas, climáticas y aeronáuticas, pues el trabajo era prácticamente continuo».

En el año 36 el Observatorio de Lorenzana sufre también los efectos de la Guerra Civil. El 22 de julio deja de hacer mediciones, recuperando la actividad el 25 de noviembre. «Lo que ocurría es que, al estar en un sitio muy alto digamos que no era un lugar muy saludable» al ser un blanco fácil durante la contienda. Esta interrupción supone el único periodo en el que faltan datos sobre el clima de Toledo.

Sucesivamente, las competencias y la gestión del centro fueron cambiando de departamentos, pasando por la Sección de Protección de Vuelo de Aeronáutica y siendo gestionado directamente por el Ejército. En aquellos tiempos «había un alférez, un brigada y una pequeña dotación, aparte de los técnicos».

Traslado a Buenavista

El Observatorio continúa durante décadas en Lorenzana, pero en 1976, el Servicio Meteorológico Nacional estima que los criterios para la ubicación de los centros de medición debe cambiar y deben trasladarse fuera de las ciudades. «Es entonces cuando se proyecta el traslado al Pabellón de Geometricidad del Instituto Geofísico de Toledo».

En 1978, el Servicio Meteorológico Nacional se transforma en Instituto Nacional de Meteorología, pasando la administración de los observatorios al Ministerio de Transportes. «Es en esta época cuando se produce el traslado al Instituto Geofísico», recuerda Aranda, «mudanza» que se hizo efectiva en 1981.

Los motivos del cambio de criterios para la instalación de los aparatos de medición se debe a que en las ciudades «hay una influencia del calor que genera la propia ciudad, las edificaciones influyen también en los vientos, de tal forma que se traslada a un lugar donde la influencia es mínima. Lo único es que en Lorenzana estábamos a 540 metros sobre el nivel del mar y en Buenavista descendemos a 515, pero el nivel de observación es prácticamente el mismo», explica este investigador toledano.

Fernando Aranda destaca otro hito en la secular historia del centro. En 1984, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), dadas las condiciones que reunía el nuevo observatorio de Toledo, lo asigna a la red BAPMON/EMEP para la medida de contaminación ambiental. «Pero tenemos que dejarlo porque la central térmica de Aceca está a 27 kilómetros y la Normativa Internacional de la OMM no admite que haya un posible centro de contaminación dentro de un radio de 30 kilómetros». Desde entonces, en Toledo se hacen las observaciones ópticas de turbiedad ambiental y atmosférica, mientras que el resto de mediciones químicas relacionadas con la contaminación se realizan en el Observatorio de San Pablo de los Montes «que ha estado muy ligado al de Toledo desde su nacimiento».

Toda la cantidad de trabajo realizado a lo largo de este siglo «ha sido realizado por 56 personas», resalta Aranda, entre las que «hay de todo», colaboradores, ingenieros de caminos, topógrafos, catedráticos de física, observadores, ayudantes, meteorólogos.

Actualmente, el Observatorio de Toledo tiene una labor exclusivamente de observación, «aquí no se hacen pronósticos», matiza Aranda. Se hacen observaciones climáticas y sinópticas simultáneamente con el resto del mundo, que se transmiten, en el caso de Toledo, al centro de Madrid, que a su vez las manda a los centros internacionales y de ahí a todo el mundo. Esto ha permitido recabar «millones de datos» sobre climatología y meteorología en un observatorio «pionero» y uno de los más longevos de España, en el que actualmente trabajan tres personas.

Verificar datos

La delegada territorial de la Agencia Estatal de Meteorología, Delfina Gil, destaca que no existen muchos observatorios con una labor tan continuada como la de Toledo. Precisa que, actualmente, el centro recaba información sobre precipitaciones, viento, temperatura y evaporación en varias tomas a lo largo del día. «Para realizar una predicción necesitas saber lo que está pasando en el momento y lo que ha pasado anteriormente, y verificar que los datos del satélite son correcto, y la única forma es tener una buena base en tierra», señala Gil.

Con el objetivo de rendir homenaje a toda esta fructífera actividad, la Agencia Estatal de Meteorología ha organizado un acto el próximo miércoles con conferencias y una pequeña exposición fotográfica en la que se recogen diferentes momentos de la historia del centro en sus dos emplazamientos

Además, la provincia cuenta con una red de colaboradores que facilitan datos termopluviométricos; es decir, lluvia y temperatura, y existen otros centros más específicos e importantes como el de Talavera de la Reina y San Pablo de los Montes.