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El modelo de imposición lingüística de Cataluña, un caso único en Europa

Europa rechaza el uso obligatorio de una lengua sobre otra, mientras los expertos reclaman un debate solo pedagógico

El modelo de imposición lingüística de Cataluña, un caso único en Europa

esther armora

¿Aprobaría la UE el modelo de inmersión lingüística de una hipotética Cataluña independiente? Los expertos creen que «muy probablemente no». Aunque hasta la fecha las autoridades europeas no se han pronunciado sobre el sistema en cuestión, la legislación internacional y la filosofía lingüística que impera en la UE conducen a pensar que Bruselas difícilmente validaría el modelo de la Generalitat.

La práctica escolar europea alimenta esta idea. No hay un solo país o región europea con más de una lengua oficial que reproduzca en su red educativa un patrón como el de Cataluña, un modelo escolar monolingüe, obligatorio para todos los alumnos. Es una clara excepción en Europa. Así lo afirma Mercè Vilarrubias, catedrática de Inglés en la Escuela Oficial de Idiomas Drassanes de Barcelona y autora del libro «Sumar y no restar. Razones para introducir una educación bilingüe en Cataluña», en el que analiza el modelo escolar catalán y lo compara con el de otros países y regiones.

Vilarrubias cree que ha llegado el momento de reflexionar seriamente sobre esta cuestión. Por ello reivindica un debate «estrictamente pedagógico», alejado de estridencias y trifulcas políticas, «de un lado y de otro», que gire en torno a la excelencia y el rendimiento escolar. «Lamentablemente, ese debate no se ha producido», señala la catedrática, que considera a los alumnos las auténticas «víctimas» de estos años de batalla política en las aulas.

A su juicio, la mejor opción es «que se respete la lengua materna en comunidades con más de una lengua oficial», una postura compartida por otros expertos en materia lingüística. Así lo establecen las leyes y así lo aplican todos los países europeos. Algunos usan una doble red (los padres escogen la lengua en la que quieren educar a sus hijos) y otros optan por una educación multilingüe —bilingüe o trilingüe—, es decir, que todos los centros impartan asignaturas en cada una de las lenguas oficiales.

Un derecho internacional

Un ejemplo de esta última opción es Luxemburgo, donde las clases se dan en luxemburgués, alemán y francés, que introducen gradualmente en este orden. Como ejemplos de doble red, Vilarubias alude a Finlandia (finés y sueco), Gales (inglés y galés) o Irlanda (irlandés e inglés), entre otros.

El derecho a la educación en lengua materna se articuló internacionalmente como derecho de la infancia hace más de medio siglo. Europa se rige en estas cuestiones por La Carta Europea de las Lenguas Regionales y Minoritarias (1992), que especifica que los hablantes de lenguas minoritarias deben poder educarse en su lengua materna, pero deja claro que «el sistema no ha de ser obligatorio para todos los niños» como es el caso de Cataluña.

Vilarrubias cree contraproducente la inmersión porque es «obligatoria». Rechaza también la atención individualizada y extender el bilingüismo a una aula, como recoge el TSJC: «Lo óptimo es una educación bilingüe para todo el sistema».

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